Para Miguel Hernández fue el
término amistad algo más que lo que la propia palabra significa. En ella volcó
todo su ser y su bondad, demostrando su apertura de corazón y espíritu a
aquellos que consideraba sus amigos; Miguel no se detuvo ante nada cuando los
necesitó para pedirles ayuda, de la misma forma que no escatimó esfuerzos ni
sudor para ofrecerles ayuda cuando necesitaban algo de él.
Así daba testimonio María Dolores Sijé:
Miguel, el cabrero rapado, de ojos grandes y risa franca, venía con frecuencia a la morada de los míos y los llamaba padres y hermanos. ¡Cuántas veces le veía ascender los peldaños que conducen a la "habitación de los libros"! Mi hermano admiraba a Miguel. Desde el contacto primero había vislumbrado a un gran poeta. Muchas veces, en la sobremesa familiar, elogiaba la manera de confeccionar versos del pastor cabrero de esparteñas…
Miguel, el cabrero rapado, de ojos grandes y risa franca, venía con frecuencia a la morada de los míos y los llamaba padres y hermanos. ¡Cuántas veces le veía ascender los peldaños que conducen a la "habitación de los libros"! Mi hermano admiraba a Miguel. Desde el contacto primero había vislumbrado a un gran poeta. Muchas veces, en la sobremesa familiar, elogiaba la manera de confeccionar versos del pastor cabrero de esparteñas…
Casa de Miguel Hernández. Orihuela |
Años después,
en Madrid, recibe la dolorosa noticia de la muerte inesperada de su amigo Ramón
Sijé, en diciembre de 1935, y el
profundo dolor le dicta una de las más grandes y famosas elegías de la
literatura española al amigo muerto.
Pero hay otra paralela dedicada a la
novia sin novio, Josefina Fenoll, novia de Ramón Sijé y amor imposible de Miguel Hernández, que no es menos impresionante.
ELEGIA
A LA NOVIA
(En Orihuela, su pueblo y el mío se ha que-
dado novia por casar la panadera de pan más
trabajado y fino, que te han muerto la pareja
del ya imposible esposo.)
Tengo ya el alma ronca y tengo ronco
el gemido de música traidora....
Arrímate a llorar conmigo a un tronco:
retírate conmigo al campo y llora
a la sangrienta sombra de un granado
desgarrado de amor como tú ahora.
Caen desde un cielo gris desconsolado,
caen ángeles cernidos para el trigo
sobre el invierno gris desocupado.
Arrímate, retírate conmigo:
vamos a celebrar nuestros dolores
junto al árbol del campo que te digo.
Panadera de espigas y de flores,
panadera lilial de piel de era,
panadera de panes y de amores.
No tienes ya en el mundo quien te quiera,
y ya tus desventuras y las mías
no tienen compañera, compañera.
Tórtola compañera de sus días,
que le dabas tus dedos cereales
y en su voz tu silencio entretenías.
(En Orihuela, su pueblo y el mío se ha que-
dado novia por casar la panadera de pan más
trabajado y fino, que te han muerto la pareja
del ya imposible esposo.)
Tengo ya el alma ronca y tengo ronco
el gemido de música traidora....
Arrímate a llorar conmigo a un tronco:
retírate conmigo al campo y llora
a la sangrienta sombra de un granado
desgarrado de amor como tú ahora.
Caen desde un cielo gris desconsolado,
caen ángeles cernidos para el trigo
sobre el invierno gris desocupado.
Arrímate, retírate conmigo:
vamos a celebrar nuestros dolores
junto al árbol del campo que te digo.
Panadera de espigas y de flores,
panadera lilial de piel de era,
panadera de panes y de amores.
No tienes ya en el mundo quien te quiera,
y ya tus desventuras y las mías
no tienen compañera, compañera.
Tórtola compañera de sus días,
que le dabas tus dedos cereales
y en su voz tu silencio entretenías.
Buscando abejas va por los panales
el silencio que ha muerto de repente
en su lengua de abejas torrenciales.
No espere ver tu párpado caliente
ni tu cara dulcísima y morena
bajo los dos solsticios de su frente.
El moribundo rostro de tu pena
se hiela y desendulza grado a grado
sin su labor de sol y de colmena.
Como una buena fiebre iba a tu lado,
como un rayo dispuesto a ser herida,
como un lirio de olor precipitado.
Y solo queda ya de tanta vida
un cadáver de cera desmayada
y un silencio de abeja detenida.
¿Dónde tienes en esto la mirada
si no es descarriada por el suelo,
si no es por la mejilla trastornada?
Novia sin novio, novia sin consuelo,
te advierto entre barrancos y huracanes
tan extensa y tan sola como el cielo.
Corazón de relámpagos y afanes,
paginaba los libros de tus rosas,
apacentaba el hato de tus panes.
Ibas a ser la flor de las esposas,
y a pasos de relámpago tu esposo
se te va de las manos harinosas.
Échale, harina, un toro clamoroso
negro hasta cierto punto a tu menudo
vellón de lana blanco y silencioso.
A echar copos de harina yo te ayudo
y a sufrir por lo bajo, compañera,
viuda de cuerpo y de alma yo viudo.
La inaplacable muerte nos espera
como un agua incesante y malparida
a la vuelta de cada vidriera.
¡Cuántos amargos tragos es la vida!
Bebió él la muerte y tú la saboreas
y yo no saboreo otra bebida.
Retírate conmigo hasta que veas
con nuestro llanto dar las piedras grama,
abandonando el pan que pastoreas.
Levántate: te esperan tus zapatos
junto a los suyos muertos en tu cama,
y la lluviosa pena en sus retratos
desde cuyos presidios te reclama.
Fragmento del recital
Con tres heridas, realizado en el Colegio Santo Domingo Savio de Madrid, en
2010, con motivo del Centenario del Nacimiento de Miguel Hernández.
Margarita, es un texto precioso. Gracias, un abrazo
ResponderEliminarGracias, Isabel. Nos encontramos en la palabra poética. Tú, creadora; yo, admiradora de los poetas.
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