martes, 28 de marzo de 2017

Arrímate a llorar conmigo... Homenaje a Miguel Hernández


A 75 años de su muerte (28/3/2017)



Retrato que le realizó Antonio Buero Vallejo mientras ambos compartían la cárcel de Torrijos, en la calle Conde de Peñalver, en Madrid.  M. H. tenía miedo de que su hijo olvidara su cara y le pidió a Buero que lo dibujara. "Ya que no puedo ir de carne y hueso, iré de lápiz", le escribía a su esposa Josefina Manresa, en marzo de 1940.



      Para Miguel Hernández fue el término amistad algo más que lo que la propia palabra significa. En ella volcó todo su ser y su bondad, demostrando su apertura de corazón y espíritu a aquellos que consideraba sus amigos; Miguel no se detuvo ante nada cuando los necesitó para pedirles ayuda, de la misma forma que no escatimó esfuerzos ni sudor para ofrecerles ayuda cuando necesitaban algo de él.

Así daba testimonio  María Dolores Sijé:

Miguel, el cabrero rapado, de ojos grandes y risa franca, venía con frecuencia a la morada de los míos y los llamaba padres y hermanos. ¡Cuántas veces le veía ascender los peldaños que conducen a la "habitación de los libros"!
 Mi hermano admiraba a Miguel. Desde el contacto primero había vislumbrado a un gran poeta. Muchas veces, en la sobremesa familiar, elogiaba la manera de confeccionar versos del pastor cabrero de esparteñas…



Casa de Miguel Hernández. Orihuela


Años después, en Madrid, recibe la dolorosa noticia de la muerte inesperada de su amigo Ramón  Sijé, en diciembre de 1935, y el profundo dolor le dicta una de las más grandes y famosas elegías de la literatura española al amigo muerto. 

Pero hay otra paralela dedicada a la novia sin novio, Josefina Fenoll, novia de Ramón Sijé y  amor imposible de Miguel Hernández, que no es menos impresionante.


 
Josefina Fenoll

ELEGIA A LA NOVIA 

(En Orihuela, su pueblo y el mío se ha que- 
dado novia por casar la panadera de pan más 
trabajado y fino, que te han muerto la pareja 
del ya imposible esposo.) 


Tengo ya el alma ronca y tengo ronco 
el gemido de música traidora.... 
Arrímate a llorar conmigo a un tronco: 
 
retírate conmigo al campo y llora 
a la sangrienta sombra de un granado 
desgarrado de amor como tú ahora. 

Caen desde un cielo gris desconsolado, 
caen ángeles cernidos para el trigo 
sobre el invierno gris desocupado. 

Arrímate, retírate conmigo: 
vamos a celebrar nuestros dolores 
junto al árbol del campo que te digo. 
 
Panadera de espigas y de flores, 
panadera lilial de piel de era, 
panadera de panes y de amores. 

No tienes ya en el mundo quien te quiera, 
y ya tus desventuras y las mías 
no tienen compañera, compañera. 

Tórtola compañera de sus días, 
que le dabas tus dedos cereales 
y en su voz tu silencio entretenías. 
 
Buscando abejas va por los panales 
el silencio que ha muerto de repente 
en su lengua de abejas torrenciales. 
 
No espere ver tu párpado caliente 
ni tu cara dulcísima y morena 
bajo los dos solsticios de su frente. 
 
El moribundo rostro de tu pena 
se hiela y desendulza grado a grado 
sin su labor de sol y de colmena. 
 
Como una buena fiebre iba a tu lado, 
como un rayo dispuesto a ser herida, 
como un lirio de olor precipitado. 
 
Y solo queda ya de tanta vida 
un cadáver de cera desmayada 
y un silencio de abeja detenida. 
 
¿Dónde tienes en esto la mirada 
si no es descarriada por el suelo, 
si no es por la mejilla trastornada? 
 
Novia sin novio, novia sin consuelo, 
te advierto entre barrancos y huracanes 
tan extensa y tan sola como el cielo. 

Corazón de relámpagos y afanes, 
paginaba los libros de tus rosas, 
apacentaba el hato de tus panes. 
 
Ibas a ser la flor de las esposas, 
y a pasos de relámpago tu esposo 
se te va de las manos harinosas. 

Échale, harina, un toro clamoroso 
negro hasta cierto punto a tu menudo 
vellón de lana blanco y silencioso. 

A echar copos de harina yo te ayudo 
y a sufrir por lo bajo, compañera, 
viuda de cuerpo y de alma yo viudo. 
 
La inaplacable muerte nos espera 
como un agua incesante y malparida 
a la vuelta de cada vidriera. 
 
¡Cuántos amargos tragos es la vida! 
Bebió él la muerte y tú la saboreas 
y yo no saboreo otra bebida. 
 
Retírate conmigo hasta que veas 
con nuestro llanto dar las piedras grama, 
abandonando el pan que pastoreas. 

Levántate: te esperan tus zapatos 
junto a los suyos muertos en tu cama, 
y la lluviosa pena en sus retratos 
desde cuyos presidios te reclama.







Fragmento del recital Con tres heridas, realizado en el Colegio Santo Domingo Savio de Madrid, en 2010, con motivo del Centenario del Nacimiento de Miguel Hernández.

2 comentarios:

  1. Margarita, es un texto precioso. Gracias, un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Isabel. Nos encontramos en la palabra poética. Tú, creadora; yo, admiradora de los poetas.

      Eliminar

Licencia Creative Commons
La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.