Un piano entre la nieve, de
Isabel Marina
Editorial
Bajamar
Género:
Lírica
132
páginas
“(…) y
escuchemos ese piano
que
toca para nosotros
rodeado
de nieve”. (Illness, pág. 32).
Un piano entre la nieve
nos seduce desde el propio título, pues,
a medida que nos adentramos en su lectura, nos damos cuenta de que ese título recoge en gran parte la esencia poética del mismo. Es, pues, un
título hermoso y acertado.
Los
poemas del libro se agrupan en cuatro apartados: Origen, En el camino, Revelaciones y Resplandor. La obra también incluye una nota inicial, a modo de preámbulo, y un breve epilogo. Y un prólogo de Marcos Tramón, que hace una detenida interpretación
de los versos de Isabel Marina.
El
sentido último del poemario parece ser la búsqueda del sentido de la vida, los pasos
que da la escritora para encontrar ese camino que explique su ser y su existir:
“Camino, / yo también solitaria / por la antigua calle / directa a mi
interior”, dice en el poema Galería. En
otros poemas habla también directamente de
la búsqueda de su yo o de su imagen y
hay otras muchas referencias indirectas
a esa búsqueda.
En
la primera parte dirige su mirada directamente a la infancia, a los recuerdos,
pero la evocación de la infancia (y en algunos poemas de la juventud) está presente en todo el poemario: “Vuelve
siempre la infancia / en sus sueños de cartón”. (Childhood). A lo largo de los versos cobran vida la amiga de la
infancia, los juguetes, el día de Reyes, el columpio, el calor de hogar
familiar… de esa etapa de la vida. Parece que la infancia es un refugio para no
tener que encarar el futuro incierto del ser humano o, tal vez, un asidero en
que agarrarse para librarse de la angustia del vivir. El
recuerdo inmortaliza a los seres queridos desaparecidos y sirve para luchar contra la propia mortalidad de los seres humanos, ya
que nada puede la muerte contra la inmortalidad
del recuerdo. “Tal vez llegues a anciano / pero nunca olvidarás tu infancia”. (Destino). La infancia es nostalgia y lugar
de refugio, es abandono, pero también es
amor. En muchos poemas evoca la infancia a través de objetos, de objetos que
recuerda o de objetos que presencia,
como ese neceser de plástico que le trae a la memoria a su padre (siempre tan
presente), aunque no siempre es fácil encontrar las “llaves” de esa infancia.
Es
un libro que oscila entre el sueño, la esperanza y la confianza (pues necesitamos
saber que “el futuro será nuestro”), y la
nostalgia, el desasosiego y el dolor,
que rezuman muchos de sus versos. De acuerdo con estas vivencias
contradictorias es usada la palabra poética. Isabel Marina crea
bellísimas imágenes para describir esos sentimientos contradictorios. Por un
lado, está la presencia de la luz que ilumina muchos de sus poemas y que se percibe en el léxico
utilizado: sol, atardecer, resplandor, faro, transparencia, fulgor, luciérnagas,
destello, estrellas… Por otro, aparecen muchas imágenes que tienen que ver con
el desasosiego y la incertidumbre: hielo, frío, nubes, sombras, estantes
polvorientos… Y es que en esa incertidumbre
nos movemos todos los seres humanos, pues, como, dice la autora, en otro poema,
“no sabemos / de dónde hemos venido / ni en qué nos convertiremos”. (Esa extaña noche).
La poeta mira al pasado desde el presente y esa
mirada la lleva a intuir el futuro, por lo que otro tema esencial de la obra es
la preocupación por el tempus fugit que
es, a veces, como “una lluvia tan
constante / que emborrona los recuerdos”. La mirada hacia el pasado se hace
desde la naturaleza que contempla su
mirada, en la que el mar cobra una presencia especial: sus sonidos, su
movimiento, sus playas, su misterio… Ese mar exterior la lleva a adentrarse en “los océanos
interiores”. En muchos casos parecen fundirse
el mar, unas veces furibundo y otras silencioso, con los recuerdos de la infancia. Es como si el oleaje se moviera a la par que sus vivencias y reflexiones, lo mismo que
aquel mar de Juan Ramón Jiménez (tus olas van, como mis pensamientos / y
vienen, van y vienen…). Y no podemos olvidarnos de la fuerte presencia poética de la nieve, la lluvia y otros elementos de la
naturaleza.
A
medida que nos adentramos en las otras secciones del poemario los versos se
elevan más al plano de lo metafísico. La búsqueda del sentido de la vida es
ahora tema primordial, sin que desaparezca la evocación de la infancia. En algún poema es capaz de fundir el pasado, que
se difumina en el recuerdo, con el futuro, mientras “un tranvía” incansable nos
mueve por la vida y nos conduce un poco
más al abismo de la muerte en el que no queremos pensar. Esa angustia la
mitiga, en cierta medida, la notable presencia del amor con que recuerda a los seres queridos y con el recuerdo del amor que ha recibido
de ellos. Tal vez sea este otra forma de
agarrarse al presente, de vencer el
miedo al paso del tiempo y a enfrentarse con el futuro incierto, futuro que siente la autora
como un abismo: “Vivimos el presente / desde una galería melancólica”. Un abismo
que nos precipitaría a la muerte,
si los muertos cercanos que nos precedieron no nos permitieran seguir viviendo a través
del recuerdo. Otros muertos, como los
del Holocausto, que evoca en un hermoso
poema, son también seres que han ganado la eternidad, porque se han convertido
en estrellas que iluminan nuestra vida.
Frente a la frialdad de la muerte, el fuego del amor.
En
el último apartado, que titula Resplandor,
la luz parece imponerse a la niebla, ya que, a medida que avanzamos en su
lectura, se acentúa la exaltación de la vida. El camino parece que nos va
acercando poco a poco a la casa simbólica de la que se hablaba en el preámbulo
inicial, que era en realidad una
declaración de intenciones: “Hay una casa / situada en lo alto / en lo nunca
imaginado / y un arco iris que te espera / iluminando tu habitación”. Los
títulos de los poemas son significativos: Carpe
diem, Contra la muerte, Renacerás, Resistencia… Los símbolos de vida se
suceden: “Hay una fuente que nos canta / en algún lugar del recuerdo / adonde
llegaremos un día /siguiendo el camino / hacia nuestro interior”.
Es
imposible detener el paso del tiempo, pero la poeta nos propone caminos para
superar la angustia vital y para hacer de la vida algo hermoso. Para ello es necesario ir por la vida percibiendo la belleza y
derramándola. Tal vez la belleza resida en la propia fugacidad y en las
huellas que va dejando en nuestro interior y a nuestro alrededor. Es preciso saber
aprovechar cada momento para captar la magia de esa belleza: la de la luz del
sol o de la nieve, la de una sonrisa o una mirada, la de un gesto de amor, la
de unas ruinas, la del mar o la lluvia, la del arte, la de la poesía…
Además
de las imágenes bellísimas que aparecen en todos los poemas, y que nos pueden
hacer “llorar de belleza" por la fuerza que tienen, la autora realiza también hermosos juegos poéticos
con la antítesis: “puertas que se abren / puertas que se cierran”, “ese paraje
frío / donde se alza la llama / de tu corazón”. Algunas tienen presentan cierto hermetismo, pero nunca los versos pierden claridad en la expresión de la intensidad emotiva. También abundan las personificaciones que nos hacen confundirnos con esa
naturaleza que nos rodea. Algunas son tan acertadas como esta: “...no hay palabras
que expliquen / el temblor de la playa cuando la abraza el mar”.
Otro
recurso retórico que usa con gran profusión y con mucha maestría es la
sinestesia. Desde la belleza del título de Un
piano entre la nieve, piano que desgrana sus notas (sensación auditiva)
entre la nieve (sensación visual y táctil), hasta otras no menos creativas en
que mezcla varias sensaciones o sensaciones y sentimientos: “aire abrasado de
recuerdos, “luz gélida”, “arterias dulces”… La plasticidad es una de las
características estilísticas del texto. Es una obra llena de sensaciones, sobre
todo, visuales y táctiles, con frecuencia mezcladas: el fuego, la nieve… Y el
verso libre crea distintos ritmos según el contenido del poema.
Es
un poemario del yo lírico de la poeta, pero también del nosotros, pues no usa la primera persona. La mayoría de los
textos están escritos en primera persona de plural o en segunda persona de
singular. Con ambas personas gramaticales implica más al lector en sus vivencias y
reflexiones. Con la primera de plural parece que somos todos los que estamos
detrás de los versos y vivencias y con la segunda persona de singular consigue implicar más al lector., con ese tú, que es un yo y un nosotros.
Poesía,
en fin, para disfrutar de la belleza de
la palabra, de la intensidad del sentimiento, de la necesaria reflexión. Poesía de Isabel Marina que es sensibilidad y belleza: arte. A eso nos suena la música de Un piano entre la nieve: nos suscita
emoción, nos hace embelesarnos y nos hace sentir a la vez algún escalofrío. Uno
tras otro ningún poema nos deja indiferentes. Una delicia para los que amamos
la poesía, que seguramente suscribimos también
las palabras finales del epílogo de la obra, en las que dice la autora: “Amo la
poesía porque la poesía es belleza. Y
también porque es libertad”. Así pues,
el contacto con el arte de la palabra de este poemario nos acercará a la
belleza y a la libertad, y nos permitirá seguir cultivando los sueños.
Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y
profesora
Madrid, abril de 2021
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