Crujen los caminos dorados bajo mis pies y mis pasos avanzan acompasados. A lo lejos se oye el rumor del río y entre la arboleda, que todavía mantiene su manto amarillo, los cantos de los pájaros me regalan sus notas otoñales. La luz tenue y amarillenta del otoño me tiñe con un halo de melancolía.
Mis sensaciones vagan... De pronto, se elevan y vuelan buscando cielos coronados de oro por las copas de los árboles. De pronto, descienden a ras de tierra y se dejan acariciar por el manto amoroso de las hojas húmedas.
La naturaleza me envuelve, me protege, me seduce, me embelesa...
Me dejo diluir en ella.
Texto y fotos: Margarita Álvarez (MAR).
Hermosas sensaciones las sentidas por las veredas de Omaña.
ResponderEliminarGracias, Paco. Aquí es fácil inspirarse, solo hay que dejar fluir las sensaciones.
EliminarLas palabras acompañan el magnífico paisaje de tu tierra (la tierrina, le dice una querida amiga, y es una palabra que me gusta mucho). Gracias!
ResponderEliminarSí, la belleza de la tierrrina hace que las palabras fluyan solas. ¡Gracias!
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