viernes, 18 de noviembre de 2022

Cachuelas de sangre y muerte en el Amazonas, de Carlos Junquera Rubio

 


Narrativa

Editorial Lacre

Págs.  327

El autor de esta novela, Carlos Junquera Rubio, es  catedrático de Etnología de la Universidad Complutense de Madrid.   Es autor de más de 50 libros y  ha publicado más de 600 trabajos en revistas científicas españolas e internacionales, entre ellos, recopilaciones  de vocabularios de lenguas amazónicas y norteafricanas. Ha estudiado distintas etnias en el Ártico y  minorías étnicas rusas. Ha sido conferenciante y profesor invitado en varias universidades extranjeras. Cachuelas de sangre y muerte en el Amazonas es su primera novela.

En esta obra se cuenta cómo son asesinados dos misioneros dominicos de origen español, Pío Aza y Manuel Álvarez Fox,  después de pasar algún tiempo en la selva amazónica con la pretensión de ayudar y evangelizar  a los nativos, los mashcos, que habían sido maltratados y explotados por los caucheros.  Les quitan la vida cuando, después sentir que su proyecto ha fracasado por las graves dificultades encontradas, se disponían a abandonar el lugar. Tiempo después del asesinato, y  para investigarlo, se envían al lugar unos oficiales de la Guardia republicana, que logran dar con los  dos asesinos de origen indígena  y los conducen a Cuzco para ser juzgados. Una vez allí, se nos cuenta todo el proceso del juicio y se explica  la sentencia y sus consecuencias, todo ello enmarcado en un problema de fuerte choque cultural.

Los personajes principales son los dos frailes, sus asesinos y las personas que los apresan y los juzgan. En toda la novela se mezclan realidad y ficción. Los misioneros protagonistas existieron realmente y, aunque en su vida real no fueron asesinados, pudieron haberlo sido, como les ocurrió a otros. Uno de ellos, Pío Aza,  fue un gran estudioso de las tribus indias. En la narración están tan bien trabadas la realidad y la ficción verosímil que  es difícil distinguirlas.

La  obra se estructura en cuatro  partes: una introducción, una primera parte, una segunda y un epílogo.

En la introducción el autor nos sitúa a principios del siglo XX,  en los bosques tropicales de  la selva amazónica, lugar en que faltan de fronteras y abundan los ríos que ofrecen muchas dificultades  para navegar por ellos,  especialmente en sus peligrosas cachuelas (pequeñas cataratas),   durante algunas épocas del año. Son lso años que se corresponden  con el fin de la explotación de los caucheros, que se llevaron los recursos de la selva y  trataron cruelmente  a los nativos.  Cuando llegan los dominicos se encuentran    grandes dificultades para  entender el idioma de los aborígenes y para explicar las parábolas bíblicas en las que aparecían objetos que los indígenas no conocían, como, por ejemplo, la manzana de Eva.  Carlos Junquera nos presenta también las dificultades que encuentran  allí para alimentarse, pues en el territorio de los  mashcos no crecía nada  comestible, por eso   solo se alimentaban de carne y pescado, o sea,  con una dieta a base de grasas y proteínas. Era preciso saber cazar y moverse de un lugar a otro, según las estaciones,  para subsistir.  El hecho de que los mashcos fueran una sociedad nómada también hacía más difícil su evangelización. Por eso motivo, cuando son asesinas estaban tratando de volver a Puerto Maldonado, el lugar del que habían partido para su realizar su proyecto.

Ya en la introducción nos presenta un final parcial de la novela, pues conocemos los asesinatos  de los misioneros y la fecha en que se produjeron: noviembre de 1904. Lo que ocurre entre su llegada  a la selva y su muerte es en realidad lo que luego nos contará con detalle en la primera parte de la novela. Esto ya lo había anticipado en la introducción, por lo que podemos decir que en esta primera parte, aunque en apariencia se cuenten los hechos de forma lineal, en realidad,  la  estructura interna es circular.

En la segunda parte de  la novela la narración  avanza    de forma  lineal, aunque en ocasiones el autor recurre a la técnica del flash back, para retomar hechos del pasado, como los detalles de los asesinatos. En general, en estos capítulos de la segunda parte, nos  cuenta todos los esfuerzos llevados a cabo por la Guardia Republicana para descubrir, detener a los culpables, llevarlos a Cuzco y juzgarlos. Se detiene de forma especial en cómo transcurren las sesiones del juicio y en el análisis de las dos sentencias contradictorias que se dictan  en cada uno de los juicios. El autor hace notar de forma clara  el asombro que se produce por partida doble: el los ciudadanos y los medios de comunicación, al ver de cerca en la ciudad a esos seres prehistóricos,  y el de los propios mashcos, que no era  menor, al encontrarse en el mundo civilizado que desconocían de forma absoluta.

A lo largo de la novela  “el relator”  quiere presentar  al lector los  rasgos etnográficos  ancestrales de la vida y la cultura del pueblo mashco. Se nos presenta una sociedad fatalista, que practica  creencias muy primitivas, aunque no puede hablarse propiamente de una religión.  Creen en espíritus protectores  como Atenta (enano). Realizan rituales para apaciguar  al clima  o a los animales, que  consideraban más sabios  que las personas. Hay presencia de chamanes que podían realizar hechos extraordinarios: volar, tragar  fuego… No comprenden bien la religión de los misioneros que quieren evangelizarlos. Consideran que el Dios de  los misioneros es un espíritu nuevo: Cristoko. La religión de los masacos era una creencia de vida y la de los misioneros era lo mismo, pero de muerte, según palabras del autor. Practican también un cierto canibalismo, pues se comían las vísceras de los muertos para que no volvieran a la vida.

En la novela se percibe con frecuencia  la condición de etnógrafo del autor y  el hecho de haber conocido   in situ aquello que nos relata. Nos describe con detalle aspectos geográficos del lugar y su clima, que son especialmente difíciles de soportar para los blancos que se adentran en la selva: un lugar en que los ojos pueden ser dañados por el verde intenso de la vegetación y sufrir un tipo de ceguera parcial por el resplandor impactante que adquieren los árboles  en el otoño selvático.   También se para en detalles relacionados con la alimentación de los nativos, con la caza,  con las creencias… Sabe realizar evocaciones muy plásticas de los paisajes que despiertan nuestros sentidos y  los ponen en alerta para percibir todo tipo de sensaciones.

El autor siembra por la obra unas cuantas docenas de palabras de la lengua de  los mashcos. Algunas designan cosas, plantas o animales que  son propias del lugar: antas (animal parecido al elefante), huangana (animal que es el principal alimento de los nativos) y muchas más. Otras son vocablos diferentes para llamar a realidades que existen en el español con otro nombre: guaguitos (bebés), huamandokeari (curandero)…  Aparecen también algunos arcaísmos del español antiguo, como  fierro. El autor incluye un glosario al final de la obra para explicarlas. El uso del vocabulario de las lenguas vernáculas contribuye a dar más realismo a la novela.

También la  obra  presenta  un  importante componente ensayístico. Los lectores encontramos en ella referencias frecuentes a los estudios antropológicos de otros autores sobre este grupo étnico.  Reproduce textualmente   datos proporcionados por  investigadores estadounidenses, alemanes y suecos que se introdujeron antes en ese bosque tropical para estudiar a sus habitantes.   Estos datos  completan las descripciones del autor y  añaden un carácter más erudito a la novela. Tanto estos científicos como algunos otros personajes,   se convierten, a veces, en narradores secundarios, como ocurre con el padre Aza, a  través de sus diarios, o el inspector Vallina, a través de sus informes. Lo mismo ocurre con el fiscal, el presidente del tribunal y el abogado defensor durante el juicio.  Por ello podemos hablar, en cierta medida,  de una novela caleidoscópica, pues mezcla distintos puntos de vista e, incluso, parece interpelar al lector para que defina el suyo.

El  autor  cuenta los hechos en tercera persona,  pero no adopta  la postura  rígida del autor omnisciente y objetivo, sino que  de manera consciente, desliza algunas  valoraciones  o sutiles comentarios sobre  los hechos que cuenta, a veces, con una pizca de ironía: Prometió escribir un libro (…) y aún estamos esperando por él. En varias ocasiones, se llama a sí mismo relator de los hechos que cuenta, con lo cual se está introduciendo en el texto  y sentimos su presencia.

Además de presentarnos toda la riqueza de datos etnográficos que se incluyen en la novela, Carlos Junquera Rubio trata con mayor profundidad lo que es el núcleo fundamental de la misma: el choque de culturas que se pone de manifiesto, sobre todo, durante  el juicio por los asesinatos. Vemos cómo   unos asesinos que se han regido “por la ley de la selva”, de repente, son trasladados a una ciudad en la que  todo los sorprende: los edificios, la cantidad de gente, la vestimenta, el idioma… En ella van a ser juzgados por unos jueces de cultura  occidental,   que van a aplicar leyes emanadas del derecho romano, a unas personas que pertenecen a una sociedad prehistórica.  El autor quiere que el lector reflexione con él sobre el impacto que produce este choque cultural, para ello  refleja con detalles  la sensacionalista  expectación mediática  en torno a  unos hombres que no tienen nada,  ni siquiera nacionalidad. 

El mundo urbano es la civilización y lo que representan los asesinos, el salvajismo. Los aborígenes no tenían autoridades judiciales, para ellos el asesinato era un error privado, mientras en las culturas europeas se considera un crimen contra el estado. No entienden el sentido de la jerarquía, pues se organizan de forma comunitaria. Y así, con culturas tan diversas, con unos acusados que no entienden el idioma y con todos los ojos puestos en ellos, comienza un juicio que  los  lectores sentimos como algo que es injusto desde su inicio. Nos presenta, con pormenores, los alegatos del fiscal, del presidente del tribunal y del abogado defensor para que vaya surgiendo en nosotros una cierta sensación   de injusticia  por lo que “vemos” que está ocurriendo en la sala del juicio. La única evidencia del delito es la propia declaración de los culpables.  En ese ambiente consigue sorprender al lector cuando nos da a conocer la primera sentencia de un jurado popular que considera al asesino del padre Aza no culpable. Pero pronto nos va preparando narrativamente para que intuyamos que el segundo juicio por la muerte del otro misionero  va a seguir ya  la “lógica” de la civilización: los asesinos ya van vestidos a la manera occidental, comen con los mismos modales que nosotros, el juicio se desarrolla en otra ciudad... Luego…, van a ser castigado como nosotros. 

Según la lógica de la justicia civilizada, es necesario que  sean declarados culpables  para que eso sirva de escarmiento y ejemplaridad para su grupo étnico. Al mismo tiempo nuestra sociedad se puede  permitir  la “grandeza” moral,  de ser generosa. Serán condenados a muerte, pero se los va a indultar de la pena capital.  El juez  podría ser duro y perdonar al mismo tiempo. La sentencia será disuasoria, pues, si otros de su grupo étnico hacen lo mismo, la sentencia será pena de muerte: ya no habrá indulto.  Son condenados por unas leyes que no entienden, en una lengua que no entienden y desde una ética que no entienden (para ellos era peor mentir que matar). Surge, pues, una ambigüedad  moral.  El mundo blanco considera a los mashcos criminales, pero el autor  nos hace ver que las muertes pueden estar ligadas simplemente a las durísimas condiciones de la vida en la selva. Es llamativo que cuando el tribunal popular  declara no culpable a Arasa, el asesino del padre Aza, (primer juicio) el absuelto  no lo entiende, ni siquiera se alegra, porque sigue insistiendo en que él fue el asesino.

En el epílogo nos habla de lo sucedido en años posteriores, después de cumplida la condena de dos años, y  una vez devueltos  los  juzgados a su lugar. No ha servido el escarmiento, pues uno de ellos vuelve a matar. También nos habla de cómo, una década después de los asesinatos, la selva se convierte en laboratorio de experimentación y ello va destruyendo, de manera irremisible,  la civilización de unas gentes ligadas desde “siempre” a la tierra, cuando llegan allí enfermedades propias de la civilización, el  alcoholismo,  las mafias dirigidas a conseguir riquezas, la  contaminación del petróleo… Así desaparece  una forma de vida  en que no había líderes, que se organizaba en torno a  una economía comunitaria, donde  el paisaje requería comprensión, no control. El mundo  occidental se regía por códigos de conducta, el mundo de los aborígenes se movía por el intento de sobrevivir.  El  etnólogo que hay dentro del autor nos deja para que reflexionemos una pregunta no formulada explícitamente: ¿cuál de esas culturas era superior? 

En conclusión, estamos  ante una novela de contenido denso,  y que  es más que una novela, pues el autor también nos proporciona a los lectores una amplia información de tipo antropológico sobre estos pueblos de la selva amazónica, desconocidos para la mayoría, y  nos invita a reflexionar con él  sobre una serie de cuestiones morales y jurídicas que se plantean al hilo de los hechos que se cuentan en la novela.   Por tanto,  estamos ante un libro que entretiene, que informa y que forma, ¿qué más se puede pedir a un libro?  Desde el punto de vista literario, se puede afirmar que Carlos Junquera Rubio  ha salido muy  airoso de  esta incursión en el mundo de la novela.  Conocíamos su capacidad de trabajo  en sus muchas publicaciones  de investigación, ahora, hay que alabar, además, su creatividad,  no solo por la invención, sino por su facilidad para redactar el texto, pues asegura haber escrito  esta novela en solo tres semanas. Una auténtica pluma lopesca.


Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y profesora de Lengua y Literatura





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.