En clave de epopeya...
En este artículo se va a hacer un análisis sobre el carácter violento que adopta el lenguaje del deporte y, más específicamente, el que aparece en las crónicas deportivas relacionado con el fútbol. Un lenguaje bélico y violento que hace a veces olvidar la nobleza del deporte y nos hace partícipes de sentimientos y actitudes más bien antideportivos, que no parece que puedan fomentar la paz y la tolerancia. Bastaría observar cómo proliferan en ese lenguaje las palabras que sugieren dureza por la reiteración del sonido fuerte –rr- (regate, rapidez, recorte, rechace, irrumpe, aferra, barrera, rompedor, retaguardia, rival…) o por terminar por los sufijos aumentativos –ón o -azo (patadón, cañonazo…) que dan sensación de fuerza y agresividad. El léxico y las frases hechas relacionadas con lo bélico y violento se prodigan en periodismo deportivo. Podríamos crear una pequeña crónica ficticia con palabras sacadas de crónicas reales para darnos cuenta de lo expuesto.
En este artículo se va a hacer un análisis sobre el carácter violento que adopta el lenguaje del deporte y, más específicamente, el que aparece en las crónicas deportivas relacionado con el fútbol. Un lenguaje bélico y violento que hace a veces olvidar la nobleza del deporte y nos hace partícipes de sentimientos y actitudes más bien antideportivos, que no parece que puedan fomentar la paz y la tolerancia. Bastaría observar cómo proliferan en ese lenguaje las palabras que sugieren dureza por la reiteración del sonido fuerte –rr- (regate, rapidez, recorte, rechace, irrumpe, aferra, barrera, rompedor, retaguardia, rival…) o por terminar por los sufijos aumentativos –ón o -azo (patadón, cañonazo…) que dan sensación de fuerza y agresividad. El léxico y las frases hechas relacionadas con lo bélico y violento se prodigan en periodismo deportivo. Podríamos crear una pequeña crónica ficticia con palabras sacadas de crónicas reales para darnos cuenta de lo expuesto.
Los jugadores
van a salir al campo de batalla con todas las baterías para dar
la guerra hasta el final. Las espadas están en alto antes del
partido Los jugadores salen a muerte, dispuestos a matarse entre sí. El delantero centro, en
la primera jugada, desentierra el hacha de guerra, hace una
incursión, irrumpe con rapidez y fusila al portero. De un patadón,
le lanza un cañonazo, como
si de su bota saliera un obús o un
chupinazo. Este jugador da letales
zarpazos, necesita tener pegada para hacer el pase
de la muerte y entrar en el área enemiga, como un buen artillero.
Otros
jugadores disparan repetidamente a puerta, lanzan latigazos
a la red. La delantera es agresiva. Se necesita un jugador que catapulte
a nuestro equipo, porque el rival en pugna es de armas tomar.
Los jugadores sacan su instinto asesino, pero no descuidan la retaguardia
por lo que realizan un repliegue
de líneas. La mejor defensa es siempre un buen ataque.
El entrenador arenga a su equipo, le da consignas. El equipo está presidido por un capitán, que hace regates rápidos para romper la barrera. Cuando algún jugador está cansado, se busca un hombre de refresco. Los defensas deben ser baluarte o escudo defensivo porque está en liza el honor del club. El ariete lanza latigazos estacazos, trallazos, zurdazos que revientan la red. El ataque pone cerco a la portería contraria y se rompe la retaguardia del rival. El equipo de casa, que juega en su feudo y que aspiraba arrasar, vence la contienda, después de pelear sin rendición, pues el partido no fue una marcha militar. El gol conseguido en la pena máxima será el resultado que campeará en el marcador. Pero se termina el partido con varias bajas, porque los equipos se dieron de tortas, y árbitro permitió un juego agresivo al rival. Al final, con la Champions a la vista, se produce un armisticio.
El léxico de carácter bélico no se agota en el recogido más arriba, pues también hay que añadir que los jugadores militan en equipos, se integran en sus filas y la batalla a veces es un combate naval en que participan escuadras, por eso, se van a pique, naufragan… Y para que el acontecimiento sea más épico, emulan a Julio César, forman parte de legiones y se pasean por la historia así: La Rosaleda era un Rubicón para el Barcelona, o por la literatura de la epopeya clásica: Simao probó las carreras homéricas y dio cabezazo imperial a la salida de un córner.
Otras veces modernizan el arte de la guerra y, de los mandobles de espadas, pasan a los morteros, las baterías, los fusiles y a sofisticación bélica de los misiles. Y así, de las legiones, se ha pasado a tropas cargadas de reclutas. Los jugadores se convierten en peleones héroes marciales y símbolos imprescindibles de la patria a la que entregan su valor hasta límites de epopeya. Pero su valor parece escaso si no se comparan con animales agresivos: los once leones se batieron y dieron la guerra hasta el final. "Los madridistas, en cambio, estaban encantados en su guarida".
El entrenador arenga a su equipo, le da consignas. El equipo está presidido por un capitán, que hace regates rápidos para romper la barrera. Cuando algún jugador está cansado, se busca un hombre de refresco. Los defensas deben ser baluarte o escudo defensivo porque está en liza el honor del club. El ariete lanza latigazos estacazos, trallazos, zurdazos que revientan la red. El ataque pone cerco a la portería contraria y se rompe la retaguardia del rival. El equipo de casa, que juega en su feudo y que aspiraba arrasar, vence la contienda, después de pelear sin rendición, pues el partido no fue una marcha militar. El gol conseguido en la pena máxima será el resultado que campeará en el marcador. Pero se termina el partido con varias bajas, porque los equipos se dieron de tortas, y árbitro permitió un juego agresivo al rival. Al final, con la Champions a la vista, se produce un armisticio.
El léxico de carácter bélico no se agota en el recogido más arriba, pues también hay que añadir que los jugadores militan en equipos, se integran en sus filas y la batalla a veces es un combate naval en que participan escuadras, por eso, se van a pique, naufragan… Y para que el acontecimiento sea más épico, emulan a Julio César, forman parte de legiones y se pasean por la historia así: La Rosaleda era un Rubicón para el Barcelona, o por la literatura de la epopeya clásica: Simao probó las carreras homéricas y dio cabezazo imperial a la salida de un córner.
Otras veces modernizan el arte de la guerra y, de los mandobles de espadas, pasan a los morteros, las baterías, los fusiles y a sofisticación bélica de los misiles. Y así, de las legiones, se ha pasado a tropas cargadas de reclutas. Los jugadores se convierten en peleones héroes marciales y símbolos imprescindibles de la patria a la que entregan su valor hasta límites de epopeya. Pero su valor parece escaso si no se comparan con animales agresivos: los once leones se batieron y dieron la guerra hasta el final. "Los madridistas, en cambio, estaban encantados en su guarida".
Si lo anterior nos parece exagerado, a la hora de insistir en el carácter violento y la fiereza del lenguaje deportivo, bastaría reproducir algunos titulares o expresiones que se han publicado recientemente: El Rayo se come al Betis. El Valencia mata al Deportivo en la orilla… El Madrid golpea de nuevo. El Barça tocaba sin avanzar y su rival plantaba dos líneas militares por delante de su área. El Madrid manda al Barça a urgencias. Para el Madrid es una semana de rearme emotivo…
Y la lista se podría alargar mucho más. A veces los comentaristas justifican abiertamente la actitud del agresor y lo disculpan con frases como esta: “Ha tenido que hacer una falta, no ha habido más remedio que derribarle”.
Visto el lenguaje periodístico del mundo del deporte, y especialmente del fútbol, habría que preguntarse qué diferencia hay entre las crónicas deportivas y narrar una guerra en la que los vencedores se dedican a asolar sin miramientos a una población. Es evidente que estamos ante un lenguaje muy agresivo, dirigido a un público mayoritariamente de varones. Es verdad que es un lenguaje metafórico y que hay que reconocerle a ese lenguaje su creatividad lingüística (en otro momento se puede hacer un análisis de esa faceta), pero hay que tener en cuenta que el lenguaje no solo es el cauce del pensamiento, sino que con frecuencia se convierte en la sustancia del mismo. ¿Por qué tanta obsesión por usar imágenes violentas?
Si resulta preocupante que los periodistas deportivos abusen de este lenguaje violento, no lo es menos que consideren también a los aficionados parte de ese engranaje militar. Bien significativa es esta cita de una crónica reciente: "La perversión es que la mayoría del público, en gran parte militarizado, perdona cualquier estrategia, por cicatera que sea, y abuchea al equipo contrario por no atacar con más ansia”.
Debemos hacer deporte para mantener el cuerpo sano, pero no a costa de llenar nuestra mente de tensión y agresividad. Recordamos la famosa frase de Juvenal: “(Orandum est ut sit) mens sana in corpore sano”, en el sentido original, el de la necesidad de un espíritu equilibrado y pacífico en un cuerpo equilibrado. ¡Ojalá el deporte haga realidad ese equilibrio! Porque en la palabra sosegada tiene la violencia su peor enemigo.
Estupendo trabajo, Margarita, como todos los tuyos. Si acaso, echo de menos la voz "machada" que, si no es violenta, suena mal. Ej.: "El Real Madrid logra la machada en el campo del Manchester". Lo peor del asunto es que esta expresión la suele utilizar María Escario en el telediario de TVE 1 y en su boca, chirría, rechina, zurre, repele -y demás "erres"- de manera especial.
ResponderEliminarGracias, Julio. Es interesante tu aportación. De acuerdo contigo. Y todavía podría haber añadido muchas más palabras, pero ya era el texto demasiado largo... Seguiré en otra ocasión con otros campos semánticos, pues el tema del lenguaje deportivo da mucho de sí.
EliminarMe encantó, felicitaciones y gracias por publicarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu valoración.
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