sábado, 28 de enero de 2017

Dichos relacionados con la lengua castellana (III): ortografía

                          

                                                       Con puntos y comas...

                          
              A todos esos aprendices de ortografía a los que alguna vez les  he "regalado" puntos y comas.


Parece que escribir  es fácil, pues en el momento actual, con esta moda de “hablar escribiendo”, todo el mundo se mete a escribiente o escribidor, aunque a veces lo escrito case muy poco con las normas de la lengua escrita. 

Mientras los signos de puntuación van perdiendo uso en los mensajes escritos a vuela pluma sobre una pantalla, paradójicamente, ellos, por sí mismos, se han convertido en textos, emoticonos que expresan los sentimientos más diversos. Sonriamos, por favor,  :)  que la sonrisa es mejor que la  :(  tristeza.



Sin embargo, los signos de puntuación siguen estando para usarlos en la escritura y transmitir mensajes claros. En el habla, en cambio, los hemos convertido en dichos que adquieren significados figurados. 

Así, marcamos la continuidad de nuestra conversación oral  con punto y seguido, sugerimos lo que no decimos con puntos suspensivos, la cerramos con punto y aparte y, cuando queremos ser más tajantes, con punto final. Ese punto parece que cierra definitivamente la posibilidad de réplica. Si no es así, todavía nos queda  un punto pelota. Y si además de tajantes nos mostramos  enojados, nos basta decir: ¡Y punto! No se sabe si seguido, final, pelota… pero sí se sabe que se acabó el problema, porque ese punto es el cierre definitivo o al menos la cosa discutida va a quedar en punto muerto, siempre que no nos topemos con alguien que sea un punto y aparte y que resulte de todo punto imposible hablar con él.

No solo en la vida ordinaria ponemos puntos sin escribir, también se pueden marcar en textos escritos, pero no como normas ortográficas. Eso ocurrió en Argentina con la Ley de punto final, que  cerró  una época ominosa en aquel país. Fue el punto  de una ley escrita,  que se convirtió también  para muchos  en un punto en boca…

Seguimos con esta peculiar ortografía, poniendo puntos, pero sin coger el puntillo, porque nos impediría atinar para colocarlos bien, por mucho que tuviéramos un talante puntilloso y nos empeñáramos en poner los puntos sobre las íes. Esta expresión apareció en el s. XVI, al usar la letra gótica, cuando se comenzaron a usar los puntos para distinguir dos íes minúsculas seguidas de la letra u. Hasta entonces la i se escribía sin punto. El uso del punto ponía de manifiesto un mayor interés por la claridad y terminó usándose también cuando aparecía una única i. Por este motivo hoy la expresión denota carácter excesivamente cuidadoso.

Miramos  en puntos si reparamos en minucias y ponemos los puntos si ponemos atención en lo deseado. A veces es rentable hacerlo, pues podemos ganar muchos puntos  y siempre es mejor que sobren, ya que  quizá  con muchos podamos dar el puntazo y que  nos consideren que somos un punto.

Las alusiones a los signos de puntuación también nos sirven para indicar  la perfección de lo reproducido cuando repetimos algo sin faltar una coma o con puntos y comas o, aún más perfecto, si lo hacemos  punto por punto y coma por coma o al pie de la letra. De esta manera, cuando alguno se portaba en el aula como un punto filipino, era obligado por el profesor a copiar muchas veces, con puntos y comas, frases o textos escolares, que pretendían que el alumno reflexionase sobre su comportamiento. Con frecuencia las copias no conseguían la finalidad que pretendían  y terminaban pareciéndose poco al texto original. 

Podemos dar un tono irónico a la conversación si decimos que lo mencionado va entre comillas. Algunos hablantes incluso hacen el gesto con los dedos de dibujar en el aire las comillas.





Y con el punto y la coma compite, echa raya, la raya. Siempre conviene mantener a raya a los competidores para que no se pasen de la raya y si alguno sobrepasa el límite marcado, le hacemos cruz y raya, y nos olvidamos de él.  Pero si nuestra advertencia es escrita, conviene que escribamos con buena caligrafía, porque si hacemos rayajos no nos van a entender. Y si alguien nos raya, saldremos con la cabeza caliente y  trataremos de apartar lejos al molesto acompañante.

Hacemos paréntesis en nuestra vida  o colocamos entre paréntesis no solo lo que escribimos, sino lo que decimos, cuando se sale del tema central de la conversación. Y más de una vez hemos escrito o hecho algo al dictado, porque  las  circunstancias así lo imponían o nos hemos visto obligados a seguir un guion que no era el nuestro. 

Pero, aunque seamos muy cuidadosos en poner el acento en algo, seguro que al final nos quedará siempre algún interrogante por resolver.

Muchos de esos interrogantes tienen que ver con la magia del idioma. Por ello, aquí nos quedamos, tratando de desentrañar   la creatividad y el misterio de  las frases hechas, porque como decía Juan de Mairena, el famoso profesor machadiano: "Habéis de ahondar en las frases hechas antes de hacer otras mejores".



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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.