viernes, 8 de mayo de 2020

¡Ponte la mascarilla!




Hemos estado oyendo durante los últimos tres meses de forma reiterada: ¡Lávate las manos!  Y hemos conjugado muchísimas veces ese verbo lavar en primera persona. También el imperativo: ¡Quédate en casa! Y la mayoría hemos tratado de cumplir lo mejor posible con la recomendación y con la exigencia.

Según avanza  el proceso de la pandemia, tenemos que ir incorporando otros verbos a nuestra gramática particular y ciudadana. Ha llegado la hora en que la ciudadanía tiene un enorme papel que jugar en este proceso llamado de desescalada, este “palabro” que, a pesar de ser extraño a nuestro idioma (por eso es palabro) pues es  un calco del inglés “to escalate”, ya no nos resulta extraño, porque el idioma parece estar en una eclosión permanente. Podríamos haber usado palabras españolas de significado equivalente, como reducción, disminución, rebaja. Del mismo término  inglés procede la palabra escalada, en el sentido de aumento: Se ha producido una escalada de la violencia.

Pero se llame como se llame, a estas alturas todos  los ciudadanos (y las ciudadanas) sabemos perfectamente lo que significa. Y en la situación actual creo que sería necesaria otra exhortación, si no obligación: Ponte la mascarilla. Los ciudadanos, especialmente los que vivimos en núcleos grandes de población, tenemos que conjugar ese verbo en todas las personas gramaticales: Yo me pongo la mascarilla, tú te la pones, él/ella/usted se la pone, nosotros/as nos la ponemos, vosotros/as os la ponéis, ellos/ellas/ustedes se la ponen. Pero no hay que hacer un esfuerzo y  llegar extenuados al final de la conjugación del presente de indicativo, bastaría con usar las primeras personas de singular y plural: yo me la pongo, nosotros/as nos la ponemos, porque nosotros es  nos (plural mayestático de yo) + otros. Con eso tendríamos suficiente. Si cada yo  trata de no contagiar al tú, contribuiríamos en gran medida a la superación de esta grave crisis sanitaria y la económica subsiguiente. Eso es responsabilidad: eso es ser buen ciudadano. Eso es proteger a los demás para protegerse a uno mismo.

A estas alturas ya no se puede decir que no se ha podido conseguir una mascarilla (aunque es verdad que se ha pasado por momentos críticos de distribución y que las autoridades sanitarias deberían haberlas puesto disposición y exigido su uso), pues además de las sanitarias, hemos aprendido a hacer mascarillas caseras de tela, papel u otros materiales. Y todos tenemos en casa algo que nos permite cubrirnos parcialmente la cara.

Me viene a la mente aquel anuncio, ligado a la ecología, que, en los años  70 del siglo XX, decía: Si usted puede permitírselo, España (el mundo), no puede. Que,  mutatis mutandis, en la situación actual, sería: Si tú puedes permitirte ir sin mascarilla los demás no pueden permitirse que los infectes.

Seguimos oyendo todos los días cifras, fríos números, estadísticas deshumanizadas… Detrás de esos números hay miles de muertos, miles de personas que sufren por la enfermedad o las consecuencias de la misma. Si nos paramos a pensar, las cifras de los últimos días, que están en torno a los 200 fallecidos son en número similares a los asesinados en el 11M. Y aquellos féretros, uno de tras de otro, nos provocaron un impacto sobrecogedor. Es bueno visualizar la tragedia para tener una idea cabal de la misma.

Y no es tan difícil actuar de forma cívica y responsable si usamos el sentido común.

Dice el Diccionario de la RAE que el  sentido común es  la capacidad de entender y de juzgar de forma razonable, pero parece ser el más escaso de los sentidos, cuando en realidad debería ser la suma de los demás: de lo que veo, oigo… deduzco. Ese sentido común que nos dice, por ejemplo, que no deberíamos caminar por las aceras personas juntas en paralelo, sino en fila india (ahora española), para conseguir mayor distancia social, especialmente al cruzarnos con los demás, y separarnos al borde de las aceras, en lugar de  caminar por la mitad; nos dice también  que estaría bien que no hablaramos al cruzarnos con otras personas para evitar expulsar gotas de saliva; que las personas que corren deberían extremar las distancias, especialmente de los mayores; que en caso de tener que apartarse fuera de la acera lo haga la persona que tenga  más facilidad… ¿Y no sería una buena idea que las autoridades aconsejaran o exigieran que se usara una acera para cada dirección? Evitaría los cruces en direcciones contrarias y los riesgos de los mismos.

Y además del sentido común, sería exigible  que se cumplieran las leyes: respetar los horarios, según tramos de edad; no salir juntos todos los miembros de la familia (padres e hijos); no aprovechar para quedar con los amigos; no reunirse en grupo en la calle… En este caso, además se están cometiendo infracciones que deberían sancionarse.

Lo dicho antes nos incumbe a los ciudadanos. A las autoridades les competen muchas otras actuaciones. Y, especialmente, una que recomiendan los más expertos: test, test, test.

Queremos salir del confinamiento… Y, sobre todo, queremos recuperar la salud.

(Mientras escribía este texto me llegaba la noticia de que la Comunidad de Madrid va a distribuir una mascarilla a cada vecino. Es tarde, es poco, pero es algo...).

2 comentarios:

  1. Gracias Margarita, por desgracia el sentido común es el menos común de los sentidos.

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  2. Totalmente de acuerdo. Gracias por tus artículos. (He descubierto hoy tu blog, buscando expresiones sobre pastelería para una traducción, y me ha fascinado tu artículo sobre este tema). SOy poeta y le doy mucha importancia a las palabras. Un abrazo y mucho ánimo.
    Vanesa Pérez-Sauquillo

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.