Después
de haber abordado en dos artículos anteriores los significados y las connotaciones peyorativas que adoptan en
español las voces mujer y fémina, en este vamos a pararnos en la
palabra hembra, usada como equivalente
a mujer, en correlación con la palabra
macho, como equivalente a hombre.
La palabra hembra
─voz patrimonial derivada de femǐna─ tiene hoy en nuestro idioma una connotación
más negativa que fémina, referida a la
mujer, porque parece que de alguna forma
la animaliza. No ocurría así hace años
cuando era habitual decir frases como tengo
tres hijos: dos varones y una hembra, para especificar el sexo. O se decía, a modo de anuncio, cuando nacía un
bebé en una maternidad: es un varón o es una
hembra. Simplemente marcaban el sexo biológico. El uso de la palabra hembra
era más frecuente en el lenguaje rural que en el urbano, y no resultaba
chocante.
Sorprende, no obstante, que la lengua española tenga dos términos diferenciados para el masculino: macho, que se refiere al sexo biológico del animal, y varón, al del hombre. En cambio, en el caso del femenino, hembra se refiere al mismo tiempo al animal y a la persona. Aún se puede oír a algunos hombres una expresión, usada a modo de piropo, pero que cosifica a la mujer: ¡Vaya hembra! Es evidente que en esa frase solo se valora el aspecto físico y sexual de la mujer.
No hace muchas décadas, al rellenar formularios con datos de tipo personal nos proponían la selección entre las letras M/H o V/H para señalar el sexo: macho/ hembra o varón/hembra, respectivamente. Felizmente, mantenemos las letras M/H, en la actualidad, pero han sufrido un notable cambio en su significado, porque las asociamos a mujer/hombre. Ese cambio se produjo por un decreto de 1993. Hoy también encontramos en los formularios las abreviaturas M/F, equivalentes a masculino/femenino. Aquí sí que, con la misma abreviatura, hemos reinterpretado el contenido: hemos dado la vuelta al lenguaje.
Desde el punto de vista biológico la palabra hembra, igual que macho, es una designación objetiva. Sin embargo, las palabras,
usadas por los hablantes, adquieren connotaciones de tipo social, además
de una valoración subjetiva, que sumamos
a su significado objetivo.
Si echamos una ojeada al Diccionario de Autoridades para consultar la voz macho encontramos que se habla de animal
de sexo masculino, pero, como algo curioso, aparece, en otra acepción, el significado de tonto o
necio. También la expresión macho cargado de letras para calificar
al “hombre que es muy docto en su facultad y es inútil para toda otra cosa”. En cuanto a hembra, con el significado de
mujer, aparece esta acepción: “El sexo que concibe, el animal que engendra en
sí, tanto de los racionales, como de los brutos”.
Si buscamos los términos
macho/hembra en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), nos
encontramos con que las dos primeras acepciones de la palabra macho son: 1. Animal de sexo masculino.
2. Mulo. Si hacemos lo mismo con la
palabra hembra, las dos primeras acepciones son: 1. Animal de sexo femenino. 2.
Mujer. El primer significado es equivalente
en ambos casos, pero en el segundo hay una notable diferencia, pues se
identifica hembra con mujer, sin embargo, no se
hace lo propio entre macho y varón. Ante este hecho la tentación más fácil es culpar a la RAE de una supuesta manipulación
o antifeminismo. Sin duda, la RAE en
muchos casos podría aquilatar mejor las definiciones y hacer otras cosas en pro de la paridad ─hablaremos de ello en artículos venideros─,
pero en este caso simplemente refleja el uso que hacen los hablantes ─que esa
es la labor de un diccionario─, y un diccionario debe recoger lo que esté en uso en el habla de un momento determinado e incluso mantenerlo cuando deje de usarse
indicando que es un arcaísmo o una voz anticuada. De no ser así, el diccionario
no nos serviría para interpretar los textos del pasado ni tampoco algunos del
presente.
Si decíamos en el artículo anterior que la palabra
feminismo es usada de forma peyorativa por parte de algunos hablantes, es
seguramente más peyorativa la palabra machismo. Y hay otros usos de la palabra macho que
también lo son. Pensemos en las expresiones: se cree muy macho, presume de machote o de machito, es un macho alfa… Son términos peyorativos vinculados a las
voces macho y machismo. A partir de la palabra macho, ha surgido, en los
últimos años, el neologismo micromachismo(s),
forma de machismo que se manifiesta en pequeños actos, gestos o expresiones,
habitualmente inconscientes. Y no podemos olvidar algunas palabras o
expresiones con claros tintes machistas, como machada u hombrada, cuando se usan en el lenguaje deportivo para
calificar una proeza deportiva realizada por una mujer. Es una forma de
resaltar que ese logro no es propio
de mujeres, sino de hombres.
Para cubrir un
hueco semántico y buscar una palabra equivalente, de sentido antónimo a
la del machismo, ha surgido en el idioma el término hembrismo, voz correcta por derivación en cuanto a su formación lingüística, pues sería la prevalencia de las
mujeres sobre los hombres. Curiosamente,
en lo lingüístico, tenemos “ventaja” las mujeres, pues hembrismo, no surge de una palabra que, en
su origen, tenga matiz peyorativo, ni se usan expresiones análogas a las masculinas como podría ser *es muy hembra… Aunque, como hembrismo es un vocablo usado con frecuencia como
sinónimo de misandria ─odio al
hombre─ y antónimo de machismo, ha adquirido un significado peyorativo para
muchos hablantes y para algunos colectivos sociales. Y también para la mayoría
de de mujeres. Hembrismo, en su semántica, no estaría lejos del significado del vocablo feminazi. Sin embargo,
también es palabra usada por la
psicología y sociología con un
significado más técnico, para definir una exagerada sumisión y pasividad de la
mujer respecto al hombre.
En cualquier caso,
nunca se podría identificar hembrismo
con feminismo y oponerlo al machismo,
porque el objeto del machismo es la supremacía sobre la mujer y el del feminismo
la lucha por la igualdad social entre mujeres y hombres, realizada en un ámbito
colectivo. En cambio, el hembrismo, de existir, sería más bien una actitud
psicológica, de carácter más individual.
A medida que el término hembrismo ha entrado en el idioma, ha
descendido el uso de la palabra hembra aplicada a la mujer con connotación
negativa, aunque todavía podemos
encontrar algunos restos en el refranero
tradicional, como no dejes para mañana comida, hembra o vino. O este: Mala
es la hembra, peor es la sed; si una mata, la otra también.
Quedan todavía muchos ámbitos en los que habría que profundizar, desde una perspectiva sociolingüística, para seguir el rastro de las palabras y expresiones que aluden a la mujer, con significado despectivo. Lo seguiremos haciendo… Aquí, en Palabra de mujer.
Artículo aparecido inicialmente en la revista Masticadores de Letras:
De mujeres, féminas y hembras (y 3)
Margarita Álvarez Rodríguez
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