"Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres". Rosa Luxemburgo
Caminaba unos pasos por detrás y la sombra de quien iba delante la envolvía en una nebulosa. Una nebulosa grisácea y fría que escondía su cuerpo y hería su alma.
Necesitaba ver la luz. Necesitaba sentir calor. Por eso, un día, decidió estirar el cuello y dirigir su mirada a la lejanía. Y en el horizonte lo vio... Un rutilante rayo de sol, que iluminó su cara, la atrajo con fuerza hacia sí.
Se sacudió el traje de sombra y comenzó a andar… A medida que caminaba, sus pies, ahora ágiles, pisaban un suelo cada vez más firme y seguro. Y pronto se dio cuenta de que otra sombra caminaba a la par de ella. Pero no era la que antes la escondía. ¡Era su propia sombra!, la sombra que proyectaba su cuerpo luminoso y que seguía su caminar.
Y lo seguiría siempre, porque quería ser testigo de su luz: la luz de la dignidad.
Necesitaba ver la luz. Necesitaba sentir calor. Por eso, un día, decidió estirar el cuello y dirigir su mirada a la lejanía. Y en el horizonte lo vio... Un rutilante rayo de sol, que iluminó su cara, la atrajo con fuerza hacia sí.
Se sacudió el traje de sombra y comenzó a andar… A medida que caminaba, sus pies, ahora ágiles, pisaban un suelo cada vez más firme y seguro. Y pronto se dio cuenta de que otra sombra caminaba a la par de ella. Pero no era la que antes la escondía. ¡Era su propia sombra!, la sombra que proyectaba su cuerpo luminoso y que seguía su caminar.
Y lo seguiría siempre, porque quería ser testigo de su luz: la luz de la dignidad.
Me gustaría que esa sombra que camina a su lado sea otra sombra, la sombra de un hombre que camina junto a ella en completa igualdad.
ResponderEliminarOjalá el cuento llegue a tener ese final. Gracias, Paco.
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