Pozo del pueblo de Paladín en verano |
Ahí estás aún, orondo, erguido, sintiendo pasar el
tiempo, vigilando, como un centinela, los días y las noches de
una calle solitaria. Has visto pasar por delante el silencio, el jingrio, el trabajo… El ladrido de un perro, la moñica
de una vaca. Alegrías y penas. La vida y
la muerte.
Abres los ojos al sol
de la mañana y acarician tu espalda
las rubianas de la tarde. Has
resistido, impertérrito, al frío, al calor, al viento, al bastio… Nadie como tú sabe
mejor qué es estar albentestate.
Desde tu silencio ves pasar las estaciones. El invierno esconde tu pelo bajo un gorro de lana blanca, la primavera te adorna con una pamela florida, el verano te hace crecer una espléndida melena que cae sobre tu frente y la otoñada te cubre con una boina afrutada.
Al sol mañanero de un día de verano |
Desde tu silencio ves pasar las estaciones. El invierno esconde tu pelo bajo un gorro de lana blanca, la primavera te adorna con una pamela florida, el verano te hace crecer una espléndida melena que cae sobre tu frente y la otoñada te cubre con una boina afrutada.
Con su pamela florida, en primavera |
Distingues los pasos de tu gente y los de las personas desconocidas,
pero saludas a todos los que te
encuentran a su paso. Eres un símbolo de la relación de vecindad, de la
convivencia.
Has sido espejo en que se han reflejado las caras de varias generaciones,
caras del color del sol y del viento, sobre todo de mujeres, que dejaban deslizar
el caldero desde la polea, para que tú, generoso, se lo devolvieras lleno de agua. En tu entorno se ha desarrollado una parte importante de la dedicación a las labores de hogar de la mujer campesina, que ha acudido
a ti para saciar la sed de la familia, para poder cocinar para ella, para lavar el sudor de la fatiga… ¡Qué esfuerzo el de portar esos pesados calderos de cinc que se llevaban por pares y que siempre tenían que estar llenos!
Con su boina afrutada de inicios de otoño |
Hoy tu ventana está cerrada y
tu polea silenciosa. Quizá los rapaces ignoren lo que has significado
para sus abuelos. Saben que eres un
pozo, pero nunca se han asomado a tu brocal. No saben que fuiste cavado a mano, que tus paredes están
revestidas de piedras, colocadas con
arte y con mimo, o que, en un
tiempo ya lejano, la vida cotidiana
tenía mucho que ver contigo. No saben que no siempre existieron los
grifos.
Te vas quedando solo. Otros pozos comunitarios o privados te
acompañaban hace décadas, pero el tiempo los ha desmoronado o los ha transformado en otros pozos de formas nada tradicionales. También las fuentes compartían
contigo sus aguas salutíferas y
generosas. Fuentes naturales que
brotaban con fuerza del suelo en cualquier rincón, que nos sorprendían escondidas entre unas hierbas, protegidas por
unas urces, al borde de un camino o en
lugares más apartados. Hoy ya no son reconocibles muchos de los lugares en que manaban. Llegó el progreso y
con él el calentamiento global, y se llevó muchos regalos de la naturaleza. ¿Progreso?
Mientras,
han surgido otros pozos, tubos plantados en el suelo a golpes o con maquinaria, por dentro de los cuales sube
el agua sacada con el motor, mientras baja, de forma preocupante, la capa freática. Ganó la utilidad al encanto y a la ecología.
Hoy ya no nos ofreces
tu agua, pero ahí sigue, escondida a la mirada, quizá un poco nartinosa. Es posible que esperes que alguien tire una
piedra para devolvernos el eco, para
sentirte vivo y útil. Pero, aunque no nos lleguen ni la imagen ni el sonido, nos conformamos con tu presencia, con tu
compañía. Manos generosas te han ayudado a resistir, a dejarte en herencia. Manos futuras deben seguir curándote las heridas y manteniéndote con vida.
Con tu gorro de lana blanca, en invierno |
Has sido fuente de vida… Hoy eres fuente de memoria… ¿Mañana?
Mañana será otra historia.
Al final de la primavera |
De centinela, en la calle solitaria |
Gracias Margarita por recordar estas cosas que parecen sencillas, pero que cumplían una misión importantísima en nuestros pueblos; en San Martín había varios pozos comunitarios, y en muchas casas lo había particular; siendo yo un adolescente, ayudé a mi padre a hacer uno en nuestra casa, y luego iban a buscar agua varios vecinos. Algunos de estos pozos que había en la calle ya se han perdido ; el de mi casa, lo conservo como una reliquia hasta el día de hoy.
ResponderEliminarSaludos
Si los pozos hablaran contarían la vida de cada pueblo. Es una suerte que conserves uno y, si además participaste en su construcción, mayor orgullo todavía, Gracias por dejar tu comentario. Saludos.
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