jueves, 16 de enero de 2025

De la vida y el vivir

 

Entre un paisaje otoñal se esconde la casa donde nací. Paladín-Omaña (León)


En cada cumpleaños, tú, vida, me permites celebrarte, pero también  me recuerdas que la meta final está más cercana. Pero para apresar ese tiempo huidizo tú misma me das la receta. Me recomiendas que no tenga una actitud  pasiva, de resignación o de enfado, sino que sea dueña de mi vivir: que lo aprese, que lo exprima, que lo disfrute.  Te he hecho caso.  He aprendido a sorprenderme cada día con una nueva emoción o descubrimiento. He aprendido a evitar la rutina, porque la rutina va devorando el  vivir. He aprendido también que ese vivir mío  debe  dejar alguna huella en la memoria  de quienes me conocieron.  Ese es el secreto de la inmortalidad. 

De niña me sorprendía, en mi mundo rural,   al observar  cómo cambiaban los colores con  el paso de las estaciones, al  ver correr el agua de un río en busca de su mar, mientras dejaba un rumoroso murmullo, al contemplar   cómo se movían las nubes  o me hacían guiños las estrellas.  Me sorprendía  al ver renacer la naturaleza cada primavera…  Desde entonces, vida,  me enseñaste a observar y a admirar. Y el eco de esa mirada es parte de lo que escribo: artículos, poemas, libros… 

En el último año vivido he podido plasmar en un libro muy personal, “Omaña, la voz del agua”, parte de esas observaciones y vivencias: en ellas están las huellas de mi vivir. Un libro con el que he conseguido emocionar a unas cuantas personas. Y conseguir que una persona, aunque fuera una sola, se emocione con algo escrito por mí es un regalo de la vida.

Y esa forma de vivir, viendo con los ojos del cuerpo y con los del alma, la trasladé de adulta al paisaje urbano,  que  también me ha permitido  sorprenderme  y aprender. Me maravillo al descubrir un día cualquiera la belleza de un edificio que me había pasado desapercibida, me paro ante  las estatuas y  las observo con distinta mirada, según las estaciones. Y a veces hasta entablo con ellas un diálogo silencioso… Escucho conversaciones para tratar de encontrar en ellas una palabra nueva, una palabra olvidada, una palabra maltratada, una palabra acariciada... Y la apunto... Y la hago mía... Y reflexiono sobre ella...  Pero, sobre todo,  disfruto de cada nuevo amanecer que me permite ponerme a caminar por la vida, para ponerme al servicio de los demás, para plantearme retos y despertar, una vez más, al dios que todas las personas llevamos dentro: el  dios del entusiasmo.  Porque eso significa etimológicamente la palabra entusiasmo (en theos:  un dios dentro).

Vida, tú me das los días como regalo, pero  soy  yo la que  los decoro y les doy sentido con mi forma de  vivir. También los caminos de la vejez pueden ser caminos de entusiasmo, como decía el poeta Benedetti: 

Aquí no hay viejos

solo que llegó la tarde. 

Viejo es el mar y se agiganta,

viejo es el sol y nos calienta,

vieja es la Luna y nos alumbra,

vieja es la Tierra y nos da vida

viejo es el amor y nos alienta.

Aquí no hay viejos

solo nos llegó la tarde.

Mundo urbano, Madrid, distrito de Vicálvaro
  

                    ©Margarita Álvarez Rodríguez


domingo, 29 de diciembre de 2024

Reseña de Si quieres hacer reír a Dios, de Fuencisla Avial


 

 Género: novela

 Editorial: Adarve

 Páginas: 229 

 Madrid, 2024

Fuencisla Avial Sancho es una escritora segoviana. Estudió Magisterio y Sociología  y ha dedicado su vida  a la docencia. Ha cultivado la narración  en forma   de novela y de relato. En este último subgénero ha obtenido  un premio y ha llegado  a finalista  en algunos certámenes literarios. Su última publicación, anterior al libro que nos ocupa, fue la novela titulada Historias de antes (2019), que recreaba la historia de una saga familiar en un pueblo segoviano. 

Si quieres hacer reír a Dios es una novela  que tiene un argumento, en apariencia, simple. Una profesora, que termina de jubilarse, busca actividades para el tiempo  libre del que va a disponer y, entre sus proyectos, aparece el de  escribir una novela. Mientras busca  un argumento para ella  va desgranando ante el lector sus actividades diarias, sus ilusiones, sus compromisos, su visión del mundo. Argumento simple, obra compleja.

Estamos ante una  novela  realista que parte de pequeñas experiencias personales de la vida cotidiana que se elevan de una forma  muy  acertada al plano  literario. El deseo de la autora es “escribir una novela realista, pero de las que conmueven, de las que tocan el corazón, las que hacen aflorar las emociones más profundas que llenan sus páginas  y las emociones que contienen”.

 La narración tiene una aparente forma de diario, pues sus capítulos son los nombres de algunos días que la autora señala en su calendario particular  y que están espaciados por varias semanas. La historia comienza un día 8 de enero, final de unas vacaciones en que ya no se tendrá que reincorporar al instituto, y termina en la Nochevieja del mismo año. Un año, pues, con sus meses, sus días y las vivencias de  la protagonista.

La estructura interna de la narración gira sobre dos elementos esenciales: la metaliteratura y la intertextualidad.

El  hilo argumental que da unidad al texto es el deseo de escribir una novela  y la búsqueda del propio argumento. Es la literatura dentro de la literatura: la metaliteratura. Y no solo  por esta búsqueda del tema y argumento de la proyectada novela, sino también porque en algunos momentos de la misma busca un pretexto para incluir otras pequeñas narraciones que parecen ajenas al argumento principal, pero que, en realidad, son parte sustancial del mismo. Así, mientras el lector sigue los pasos de la narradora en busca de inspiración, en realidad, se está encontrando con el argumento,  está inmerso en él. 

El otro elemento esencial de la estructura es la intertextualidad, pues las referencias a otras obras literarias son múltiples. Se mencionan autores y títulos y, de vez en cuando, fragmentos de esas obras que Fuencisla Avial incorpora hábilmente para reflexionar sobre algún tema. Con ese pretexto nos da a conocer los libros que pueblan las estanterías de su biblioteca, sus abundantes lecturas y sus preferencias literarias, entre las que ocupa un lugar fundamental su gusto por las biografías.  Dentro de esa intertextualidad también está presente el refranero, que se usa como una especie de argumento de autoridad para apoyar alguna reflexión. Y en varios momentos algún artículo de textos legales sobre derechos de rango universal que tienen el mismo cometido.  

Sobre estos dos elementos va desgranando a lo largo de  narración una gran variedad de temas, todos ellos vinculados a un compromiso de tipo social, moral, medioambiental, educativo…  Por la novela pasan hechos históricos del pasado entretejidos con situaciones del presente, y todos ellos permiten a la autora realizar una reflexión sobre el bien  y el mal. Quizá sea este uno de los temas esenciales de la novela. 

La narración está escrita en primera persona, a través de la cual  la protagonista va plasmando sus vivencias y reflexiones. Los demás personajes son absolutamente secundarios, excepto uno, su perrita Jara. Ella está siempre presente en esa búsqueda de la autora y ella es también  su mejor confidente. En cierta medida recuerda un poco aquellas famosas Charlas con Troylo de Antonio Gala. La protagonista, desde su cocina, delante del desayuno, vive  el presente y reflexiona sobre él,  elevándose desde la experiencia personal a la reflexión universal.  Con frecuencia  una visión retrospectiva del pasado le sirve  también para analizar el mundo presente. La narradora es, en gran medida, un trasunto de la personalidad de la propia autora y del mundo que la rodea.

La novela está escrita con un estilo claro y un léxico  variado y preciso. La autora  usa de forma acertada la adjetivación y  la enumeración, que suelen ir unidas. También maneja con soltura el uso de imágenes, que embellecen el texto, y tiene una enorme habilidad para la evocación. Con gran plasticidad nos acerca  el mundo de las sensaciones: los  olores, colores, sabores y las vivencias que experimenta en un lugar determinado, de tal manera que  nos hace entrar  en ese río de sensaciones y sentimientos y nos arrastra por él. Consigue que el lector pueda oler el café del que disfruta en el desayuno la protagonista, que capte los paisajes de sus viajes, que  sienta el frío y el calor de las distintas estaciones, que oiga los  sonidos que la rodean.  Con ella   disfrutamos y aprendemos  de sus lecturas, nos identificamos con  su amor por el silencio y nos dolemos con ella  de su sufrimiento, tanto del personal como del social.

Al principio de la obra Fuencisla Avial asegura  que  quiere escribir “una historia llena de pasión y sentimientos, una historia que atrape al lector, que lo perturbe de tal manera que no pueda abandonar el libro hasta que llegue al final e, incluso, que una vez que haya vuelto la última página, las emociones transmitidas sigan instaladas en su corazón durante mucho, mucho tiempo”.

Y, ciertamente,  va a conseguir que las emociones vividas se instalen en el corazón del lector. La lectura  de Si quieres hacer reír a Dios no nos va a dejar indiferentes, pues podremos aprender (siempre está presente su afán didáctico), reflexionar, viajar, emocionarnos: disfrutar. Para ello solo hay que coger este diario en las manos, adentrarse en él,  ponerse a leer y dejarse seducir por la magia de los sentimientos y las palabras.  

             Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y escritora


El texto  que antecede figura como prólogo de la novela Si quieres hacer reír a Dios. 


Fotos de la presentación de la novela,  el 9/XII/2024, en el Centro Segoviano de Madrid


 

domingo, 24 de noviembre de 2024

Llora la vida

 



Gritos como cuchillos hieren el aire

y  le  arrebatan el oxígeno de la dignidad.

Y esa mujer se  va asfixiando...

Sus días  se van tiñendo de noche en cada ocaso.

Noches y miedos. Miedos y noches.

Y el mundo sigue rodando…

Pero  hoy la luz lacerante del alba le ha cerrado los ojos.

Impotencia, rabia, vacío, dolor…

Las violetas rezuman lágrimas de amargura.

Sollozan las palabras.

¡Llora la vida!


 © Margarita Álvarez Rodríguez

25N 2024

DÍA MUNDIAL

PARA LA ERRADICACIÓN 

DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO

 

sábado, 16 de noviembre de 2024

Omaña, la voz del agua: Una manera de sentir, por Sol Gómez Arteaga





El pasado 8 de noviembre de 2024  se presentó en la Casa de León en Madrid el libro Omaña, la voz del agua, de Margarita Álvarez Rodríguez. La obra  se divide en tres grandes bloques: Una manera de vivir, Una manera de sentir y Una manera de decir (mal). La escritora leonesa Sol Gómez Arteaga participó en dicha presentación e hizo  un análisis concienzudo,   emotivo y, en gran  medida, literario de la segunda parte del libro:  Una manera de sentir. Se reproduce a continuación el contenido de su disertación.


Una manera de sentir, por Sol Gómez Arteaga


Quiero felicitar a Margarita por este nuevo e ingente trabajo que hoy nos presenta “Omaña, la voz del agua”, que completa  publicaciones anteriores “El habla tradicional de la Omaña Baja” (2010) y “Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio” (2021), en las que desde el punto de vista literario y lingüístico -lo lingüístico siempre está presente en su obra-,  aborda sus lugares de apego. Ello le ha valido la distinción de Omañesa del año 2.013, otorgada por el Instituto de Estudios Omañeses y la de socia de honor del Ateneo Rural Urbicum en el año 2.023.  (También escribe poemas, relatos, reseñas, artículos que plasma en ese estupendo blog titulado “De la palabra al pensamiento” (www.larecolusademar.com), imparte conferencias, promueve actos culturales, vinculados muchos de ellos con la Casa de León en Madrid  y, en suma, realiza un trabajo imparable en pro de la cultura en general y de la cultura leonesa en particular).

 Margarita es escritora, docente con una trayectoria de cuarenta años de trabajo en la enseñanza, promotora y revitalizadora de la cultura de nuestra tierra, lingüista y amiga, y por todo ello es un honor que haya querido contar conmigo esta tarde en esta mesa para que hable de la segunda parte de su libro: Una manera de sentir, es decir, una manera de percibir Omaña a través de los sentidos. Es esta la parte más literaria, como así nos lo expresa ella al comienzo del capítulo, pero también, sin duda, la parte más de entraña del libro, la parte más emocional.

La emoción se define como una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Verba movent, las palabras conmueven, y sus palabras llenas de evocaciones de sus lugares de apego, de recuerdos plagados de olores, colores, sonidos…, hacen contacto con los lectores, y nos mueven, conmueven, remueven, y desde luego, no nos dejan indiferentes.  

Divide esta segunda parte en una tierra que habla, una tierra que inspira, una tierra que canta.

En Una tierra que habla, Omaña se convierte a través de sus componentes naturales en un cuerpo vivo que nos cuenta en primera persona sus vivencias.

Se presenta a sí misma como una anciana escondida entre montes del noroeste de León, tan bella que le ha valido el atributo moderno de Reserva Mundial de la Biosfera. Se define como laboriosa, agradecida, acogedora, leal. Lamenta el abandono –ese mal endémico de lo rural- de que es objeto, se duele de ese jingrio (jolgorio) de chiguitos que ya no escucha, como ya no escucha  los sonidos de animales o el bullicio de las gentes por sus calles, reivindica tener un médico que atienda la salud de sus habitantes, que se cuiden sus montes, que se desbrocen sus caminos. No obstante, elige ver el mundo desde una óptica positiva. Y sueña con poder compartir los dones de sus cielos azules y el verdor de sus profundos valles, siendo su máximo deseo que la conozcan y reconozcan en toda su riqueza natural, que es mucha.

Habla el camino, orgulloso de su destino, de servir de comunicación  entre personas de tantas generaciones como han pasado por él y ser guardián entre las piedras de un sinfín de conversaciones escuchadas en el transcurso del tiempo. Tan humilde que su única pretensión es seguir siendo lo que es, camino, en presente.   

Habla el árbol, no un árbol cualquiera, sino un chopo del país, espectador privilegiado que contempla la vida desde arriba, y nos presenta a sus hermanos los alisos, las cerezales, las paleras, los salgueros, las nogales, las perales, los  manzanales, las brunales, los negrillos u olmos, y también los sabugos, avellanos, castañales, robles, rebollos, bidules o abedules, pinos, acebos… que conforman variada familia del paisaje omañés. 

Habla la casa típica de Omaña, de piedra y barro, humildes materiales, dice, con los que hicieron milagros, los canteros, con su cocina como eje de la vida doméstica, aunque no menos importantes fueron el resto de habitáculos (dormitorios, pajar, cuadra, corral). Una casa ya remozada y modernizada que, tras dar cobijo a cinco generaciones de una misma familia, conserva la memoria olfativa de antaño (a pan recién amasado, a manzanas, a matanza, a rosas), también la memoria gustativa (a patatas con bacalao, a berza, a sopas de ajo).

Habla el pozo, cuya vida ha corrido paralela a la de la casa, hoy un poco abandonado e inútil por mor del agua corriente y del progreso. Es por ello que reivindica, con un poco de amargura creo yo, su papel de símbolo de trabajo de la mujer campesina que ha acudido a él para atender necesidades básicas de la familia (saciar la sed, poder cocinar o lavar el sudor de sus fatigas).

Pozo que inspira el capítulo Ser pozo. En Paladín (León). Foto: MAR

Habla la huerta, cuya vida trascurre al compás de las estaciones, y sus productos se han visto mejorados gracias a toda una cultura de ensayo y error que ha ido pasando por transmisión oral de generación en generación. Huerta cuidada con amor y mimo también por mujeres.

Habla la piedra pequeña, ligera, aventurera, como la de León Felipe que cambia de lugar según el arbitrio de las gentes que pasan por su lado y la meteorología, pero también habla la piedra grande, y entre otras, la Peña de la Fortuna, que es seña de identidad para los omañeses y símbolo de buena suerte para los viajeros que, en busca de un destino mejor, la encontraban a su paso.  Piedra que no muere porque no vive, piedra que frente a la inconsistencia humana, nos dice, vive un presente eterno.

Y hablan las estaciones. Su primavera llena de vida y del color que nos regala sus frutos y flores, sus hierbas y plantas aromáticas y que, como dijera el poeta, también en Omaña, tarda. En ella el agua, tras el desnevio o deshielo, cobra protagonismo especial. 

Su verano o braño, corto, de noches tan frescas que a veces requieren el abrazo de un cobertor. Tiempo de siega, de regreso de gentes que tienen sus raíces en Omaña, retornando entonces, con el jingrio (bullicio) de rapaces y no tan rapaces sentados al oscurecido al fresco, la ilusión de tiempo detenido en el tiempo.    

Su otoño convertido en un crisol de colores rojos y encarnados, de sabores, emociones, sensaciones voluptuosas.

Su invierno, estación desnuda, blanca, la más desvalida, de la pausa y el silencio aparente de puertas para fuera, pero de intensa convivencia vecinal.

 

Todos esos elementos que componen Omaña hablan a través de la voz de Margarita que nos transmite su sentir desde los lugares de apego, matria y patria, lugar del padre y de la madre respectivamente, en los que fue bendecida, acariciada, y que por eso mismo son caricia para nosotros, sus lectores.

Nos muestra unos usos y costumbres, unas formas de ser, de hacer, de  sentir, de hablar, de un tiempo pasado que, como la autora señala, se hacen presentes de nuevo en la evocación, en la palabra dicha, pronunciada, escrita, para perpetuar y quedarse en la memoria colectiva.

Asimismo nos regala la autora toda una ristra incalculable de palabras (esto es una constante en su obra como lingüista ineludible que es) que son patrimonio cultural importantísimo, pero también de refranes, dichos populares y saberes recogidos de las gentes sabias de su tierra. En la página 299 sin ir más lejos, hablando de la lluvia que, a veces, acompaña a la estación del verano, en dieciséis  líneas nos obsequia con cinco refranes seguidos: Merculina a los nueve días termina. Si llueve por Santa Ana, llueve un mes y una semana. Agua en agosto, poca miel y mucho mosto. Septiembre o seca las fuentes o lleva las fuentes (o los puentes). En septiembre, el que no tenga ropa que tiemble.  

También nos regala sensaciones. Nos invita a conocer y a disfrutar de lo que ella conoce y disfruta, de lo que la emociona, de lo que filtra a través de su atenta y sensible mirada, oído, gusto, tacto, olfato (esos cielos azules, esos ríos cristalinos, esas vallinas verdes de vida), haciendo que nos fijemos en ellos y los hagamos propios. A estas alturas sabemos que no solo de pan vive el hombre y entonces Margarita, cumpliendo con la máxima de Shakespeare en “Romeo y Julieta”: “Cuanto más (te) doy más tengo”, que la autora incorpora para sí y hace propia, nos regala también poesía.

Rescato en este punto unos preciosos párrafos que evocan ese tiempo de frutos y sensaciones de la estación en la que nos encontramos, pg. 301.  

Es tiempo de frutos. Sensaciones voluptuosas nos rodean por doquier. Las patatas se desnudan ante nuestros ojos, el olor a nueces envuelve nuestro olfato, los magostos de castañas deleitan nuestro gusto, la tersura de las manzanas verdes, amarillas y rojas acaricia nuestro tacto, viento de otoño resuena en nuestros oídos. Un tiempo que alerta todos los sentidos. Las ramas llenas de fruta cabecean hasta el suelo como queriendo postrarse a los pies de quien las contempla. Esa naturaleza exuberante atrapa con su mundo mágico y dadivoso que presagió la primavera y anunció el verano. Aquellos frutos que eran una esperanza primaveral y que se sazonaron con el calor veraniego ahora están entre las manos del recolector como el mejor regalo del otoño. Y también el tiempo de otoño es tiempo de sementera: En octubre, echa pan y cubre (…).

Hay también en su evocación a veces un punto de aflicción o añoranza como el párrafo que sigue a continuación, pag. 302, que incide en ese mal generalizado que asola nuestros pueblos, que es la despoblación.

Sabor a hogar, a tardes tranquilas, a voces apagadas. La luna y el sol se hacen carantoñas entre las rubianas (nubes enrojecidas) del ocaso teñidas de amorosos colores rojizos. Pronto las chimeneas serán el mejor símbolo de vida y de acogida. Ellas indicarán, de forma clara, qué casa está abierta. También comienzan a verse madreñas en las puertas, aunque es verdad que cada vez menos. En la calle reina la soledad, solo alterada por el ladrido de algún perro. Puertas cerradas, persianas bajadas… De los rosales cuelgan restos de rosas secas y, aunque echan de menos esa mano amiga que las retire, siguen aportando notas de color y de vida. A su lado se mantienen en flor las caléndulas. Y cerca de algunas casas florecen los crisantemos. Y en noviembre nos puede visitar ya la nieve (y termina de nuevo este párrafo con un refrán): Por los Santos, nieve en los altos, por san Andrés, nieve a los pies.   

Sentir poético el de Margarita, sentir nostálgico. Pero aun así también regalo de un otoño que la autora resume en cuatro palabras: esencia de dorada melancolía.

 

Colores de otoño sobre el río Omaña. Foto: MAR

Una tierra que inspira lo componen relatos y microrrelatos que la autora ha creado, basándose en el vivir y en el sentir omañeses.

Se trata de cuentos inspirados en la evocación de la propia infancia, en el homenaje a los padres que se fueron pronto una noche de otoño, y otros cuentos en los que la autora de nuevo se mete en la piel y sentir del despertar estacional de la tierra, Gaia; en el de un árbol que lamenta (sus lágrimas son las hojas que caen) la llegada de la primera helada;  en la tímida violeta, que con su color y olor aporta al paisaje la belleza de la insignificancia; en ese paso o pisada que se funde en el paisaje otoñal; en el roble que deja de ser árbol para convertirse en alma de fuego, alma de hogar, (¿qué haríamos los seres humanos sin calor?); en el atardecer de fuego que se funde con la noche; en la rosa distinta, cada pétalo de un color, que es un canto a la pluralidad;  en esa luna llena que compite con en las estrellas o la Piedra de la Fortuna que en vez de ser herida por otras piedras es, por primera vez, abrazada.

 

Una tierra que canta es en mi opinión todo un poemario dentro del libro. Está formado por coplas y romances que eran la forma de versificar -verso octosílabo y rima asonante en versos pares- de gentes humildes que no habían ido mucho a la escuela. Esta elección de la autora no es azarosa sino fruto una vez más de ese empeño incesante de transmisión de lo que siente propio.

El primero de los poemas es un canto de boda que rescata de boca de su tía Adoración Álvarez en Paladín. Pero hay dentro de su sentir poético, como no podía ser de otra manera, un extenso canto dedicado a Omaña. Y a través de distintos poemas (un río que nace, de omaña al mar, reflejos, ocasos de agua, tardes de oro, ojos agostados…) hace todo un reconocimiento a ese río de la vida que, como en el caso de Jorge Manrique, va a dar a la mar: río de grandes crecidas,/ río de tristes estíos,/ sigues corriendo, corriendo,/ buscando el mar infinito.  

Río Omaña, en su curso bajo. Foto: MAR

Otros signos de identidad de Omaña sobre los que versifica son un pino solitario, brotes, espadañas, la Peña de la Fortuna de nuevo, las estaciones, los  cancillones o un pontón. Tiene evocaciones gastronómicas (el yantar de don Carnal y doña Cuaresma), y a la Historia e intrahistoria de antiguos señoríos, como es ese romance dedicado a don Ares, decapitado a manos de su tío, Suárez de Quiñones. 

Margarita, en suma, escribe desde la memoria personal de lo que fue y es hoy su tierra, Omaña, y desde esa esquina suya nos convida a que la conozcamos.   

Como lingüista que es, rescata un acervo de palabras que son patrimonio de la tierra omañesa, que dotan al libro de una inmensa, inconmensurable riqueza lingüística.

Como docente y educadora, acomete una labor ingente de transmisión de conocimientos que son fruto de su saber y hacer incansables.

Como escritora y poeta, cuenta desde el amor y la enorme gratitud que profesa hacia la tierra que la vio nacer y crecer. A estas alturas ya sabemos que lo importante es sentir, en sentido positivo o negativo, agradable o penoso, y que esta es la misión de todo arte. Un sentir que trasmite y hace poso en nosotros. Hasta las piedras sienten en este libro de Margarita. Y hablan. Nos hablan. Solo hay que poner el oído y estar muy atentos a lo que humildes, generosas, hospitalarias nos quieren decir. 


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Sol Gómez Arteaga, la autora de esta reseña, ha publicado varios libros de relatos:  Los cinco de Trasrey y otros relatos (2012), El sol a la tinaja y otros cuentos (2017) y Trazos de sombra (2021). Una novela breve: El vuelo de Martín (2020). Y un poemario: Tiempo de vilano (2023).


Acto de presentación del libro en la Casa de León en Madrid. 8/XI/2024. Foto: Casa de León en Madrid 



miércoles, 24 de julio de 2024

De colorido leonés. Y tú, ¿qué lengua hablas?

 

Artículo  publicado en la revista La Curuja de Noceda del Bierzo en el número de julio de  2024

  De colorido leonés

                                                       

Y tú, ¿qué lengua hablas? Si quieres responderme, es posible que me contestes,  con total seguridad: Yo hablo castellano o español. Y probablemente es  verdad, pero solo una verdad a medias, porque yo, que soy también una lengua milenaria, estoy ahí, a tu lado, agazapada bajo tu castellano, y en cualquier momento afloro a la superficie y pongo un color especial lleno de musicalidad   en tu forma de hablar. Yo soy la lengua leonesa, eso que ahora muchos llaman llionés. En realidad lo que tú  hablas es un castellano “leonesizado”, del que a veces no eres consciente.  Pero, aunque no lo sepas, ahí estoy, como fiel compañera, ayudándote a ver el mundo con ojos leoneses.  Te enseño a medir el tiempo por ratines o minutines, las cantidades por pizquinas, si son pequeñas, o abondo,  a embute,   a esgaya o bien d´ello, si son muy abundantes. Te ayudo a repartir besines, que yo revisto de especial cariño…


Incluso cargo de afecto las palabras bobín y bobina, porque mis auténticos bobos  son los fatos; mis atolondrados, los tolos o tarolos, y mis pillos son los  alipendes o pillabanes. Mis niños se llaman guajes o rapaces y mis adolescentes, mocinas. Y mis heridas son mancaduras que recubres con encaños hasta que se formen las  postillasY,  como los leoneses sois personas que queréis aprovechar el tiempo,  aguantáis para volver luego, que no es después, sino pronto. ¡Y quisió cuántos cientos o miles de  palabras que, ensin más ni más, vas introduciendo en ese castellano tuyo peculiar, porque la mayoría de los achiperres que tienes alrededor tienen nombre leonés! ¡Cuánto me presta seguir oyendo esas palabras que siempre he puesto a tu disposición!


Yo soy esa lengua leonesa que, como el castellano  y otras, procedemos del latín, pero que las vicisitudes históricas han hecho que a ellas  siempre se les haya dado la consideración de lenguas,  que a mí  me han negado durante siglos. Y eso que soy más antigua que mis hermanas. Pémeque algunos estudiosos incluso me consideran un dialecto del castellano  o una forma paleta de hablarlo.  Nada más lejos de la realidad. Decía Unamuno: “Nadie aprendería nada de su propia experiencia, si no tuviera a la vista el diccionario de la experiencia ajena, el lenguaje. Nadie distinguiría los síntomas de la Naturaleza, sino gracias a los nombres que les hemos puesto”.


A ti que has nacido   en las montañas del noroeste de León (Bierzo Alto, Laciana, Babia, Omaña…), yo, tu lengua leonesa, te regalo un montón de palabras para que distingas bien los signos de esa  naturaleza  exuberante en que te mueves. Palabras  que nos hablan de los cambios que se producen, a lo largo del año, en ese entorno en que vives o  palabras que nos hablan de sentimientos relacionados con él. En esta carta que te escribo  solo puedo recordarte algunas. Por ejemplo, las  “palabras de nieve”, porque la nieve forma parte de tu forma de vivir y de ser leonés.


Ahí van algunas. Si caen falampos o simplemente unas farraspinas  echas mano de las madreñas una vez que, a fuerza de espaliar, has abierto una buelga y puedes afullancar a través de la nieve, si alguna trabe no te lo impide. Si la nieve está muy seca, la llamas fallusca y la enterrentas para que llegue antes el desnevio. Y cuando el día está de blandura, los ríos crecen  y se produce una llena, porque baja  una tangada de agua.  Si hay mucha friura y te mantienes  albentestate del abesedo se te arfía la cara, especialmente si por la noche ha caído una fuerte pelona. Aún en la primavera  nos podemos encontrar con muchos días gafos  de marzadas en que el aire bufa. Y qué decir de los ñuberus o reñuberus, esos espíritus de las nubes ─que no tormentas, puesto que  en León vien la nube─ que nos asustan  con sus  fuertes tronidos y temibles colubrinas. Y caminando hacia la otoñada verás cómo se marea la hoja en los árboles y, al tiempo que recogemos los frutos, nos preparamos para los magostos que son una buena forma de defendernos de esa niebla, poco densa, que empieza a bajar al valle  y para la que te regalo otra palabra leonesa: calabrina. ¡Qué  mengua se produciría en tu capacidad de expresión si olvidaras todos estos matices y las palabras que los nombran! Conocer distintas lenguas siempre enriquece.


 No me olvides, no me desprecies, no me consideres inferior.  No me conviertas en una lengua extinguida, como esas veinticinco que desaparecen cada año en el mundo.  Siéntete orgulloso, porque no soy una modalidad lingüística inferior. No soy chapurriau, como algunas de  las gentes de la montaña  llaman, de forma un tanto despectiva, a esa forma de hablar que mezcla los dos idiomas. Para cada hablante, independientemente de la importancia social que se dé a su lengua,  su forma de hablar es la más importante del mundo, porque es su forma de percibir la realidad, de pensar  y de expresarse. Y de dejar huella para la posteridad. Por este motivo es una tragedia cultural el hecho de  que una lengua desaparezca.


Yo, tu lengua leonesa, estoy ahí: en tu pensamiento, en lo que dices y en lo que oyes, y en todo aquello que te rodea. Cuando  expresas la intensidad de un sentimiento con interjecciones  como hospe, home,  meca… estás usando la  lengua leonesa. Y cuando lo haces  con gestos, también pongo a tu disposición unas cuantas palabras para llamar a cada uno: gayolas, esparavanes, esparajismos, licuelas, cigañuelas…Todas estas palabras, muy expresivas, presentan una gran variedad de matices.


 Cada día, desde que ves la luz de la amanecida  hasta que contemplas   las rubianas del ocaso, aunque no seas consciente, yo, tu lengua leonesa, tiño  varias veces  tu mente o  tu habla  de colorido granate. Solo con que me reconozcas alguna vez, ya me siento agradecida  y afalagada. ¡Y viva!


Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga







                 

sábado, 15 de junio de 2024

 

Madres que alumbran palabras (y 4)

Ciento y la madre

Universidad de Bolonia. Alma mater studiorum


Seguimos hablando de palabras y expresiones relacionadas con la palabra madre, tanto de expresiones que incluyen la palabra latina mater como de expresiones  españolas usadas en distintos lugares o ámbitos del español.

Algunas expresiones latinas son muy usadas en la lengua culta. Una de las más conocidas es alma mater que significa  madre nutricia. Alma es el adjetivo femenino correspondiente a  almus (que nutre o alimenta). En Roma designaba a la diosa madre. Posteriormente esta denominación fue aplicada a la Virgen. Actualmente alma mater  se aplica a la universidad, porque se la considera generadora de alimento intelectual. La expresión original completa era Alma Mater Studiorum y comenzó a ser utilizada para denominar a la  Universidad de Bolonia que se creó en 1088.

 El Diccionario Panhispánico de dudas recomienda que se use el artículo en femenino ya que el adjetivo alma  es femenino lo mismo que mater y el artículo  la solamente se cambia por el masculino  el ante sustantivos femeninos que comienzan  por /a/ tónica, pero en este caso precede a un adjetivo. Por tanto, debería decirse la alma mater. Actualmente es frecuente que esta expresión latina se use para  referirse a la persona que da vida a algo, por confusión con la palabra castellana alma (del latín anima), pero, en sentido estricto, solo debe aplicarse a la universidad. Cuando nos referimos a una persona bastaría usar la palabra alma, con su significado español: Luis es el alma del proyecto. En nuestra lengua esta expresión latina empezó a utilizarse en el siglo XIX. Es evidente que la relación con madre viene del hecho de que ambas nos nutren, la madre biológica, en el aspecto físico, y la universidad, en el aspecto intelectual.


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Ciento y la madre


Reseña del librodisco "Be(r)sos apóstatas", de Javi Morán

 

Be(r)sos apóstatas, de Javi Morán

Género: poesía y música (poemario y disco)

82 páginas

Editorial Marciano Sonoro




            El pueblo espera  a los  poetas con la oreja  y el alma tendidas al pie de cada siglo.                 Miguel Hernández


          Javi Morán es un cantautor astorgano, afincado en Madrid, que lleva más de dos décadas haciéndonos llegar sus canciones llenas de lirismo y de compromiso con la sociedad en la que vive. Ha publicado dos discos anteriores, que tuvo la gentileza de regalarme:  Ser o no ser y Pisando las mismas calles, ambos, lo mismo que el actual, publicados por la editorial Marciano Sonoro. 

            Conozco personalmente a Javi Morán  desde hace poco más de  un año, cuando visitó la Casa de León en Madrid y se integró en sus actividades culturales, especialmente en el Ágora de la  poesía. Desde el primer momento percibí sus muchos valores, como cantante, como poeta y como persona. Y tuve la suerte de presidir el acto de la presentación de este poemario  el pasado mes de mayo, en la Casa de León en Madrid, y de recitar alguno de sus poemas. Fue un acto muy hermoso, desde el punto de vista artístico,  y muy emotivo, desde  el punto de vista personal. Javi Morán es una persona, humilde, sincera, comprometida,  de trato afable y muy generosa. Es esa persona de la que una sabe que puede ser amiga desde el primer momento. He leído su poemario con atención, he escuchado este disco y los anteriores, y quiero hacer una reflexión sobre esta obra poético-musical.



            Lo primero que llama la atención de la persona que se acerca a Be(r)sos apóstatas es su título, esa R volandera de la palabra  Be(r)sos que  resaltan ante nuestros ojos los paréntesis que la enmarcan, paréntesis   que al mismo tiempo la esconden  en medio de un color más apagado. “Besos” y “Versos”. Besos que acarician nuestra alma y versos que la ponen en alerta. Y eso es este poemario, un conjunto de versos que nos acercan vivencias personales relacionadas con su ámbito personal y con el contexto social donde vive. El adjetivo que los califica en el título también nos advierte sobre el contenido del poemario. No encontraremos aquí versos almibarados que nos hablen de mundos fantásticos o idealizados, sino una clara exposición de principios de Javi Morán que reniega de muchas convenciones sociales en las que la  sociedad nos  quiere hacer vivir. Apostatar es renegar, retractarse de algo, de forma especial de una religión, pero  el autor aquí se retracta  de  otras muchas cosas.

            El poemario se abre con el poema titulado Autobiografía,  en el que  el autor expone ya una declaración de principios: Soy / no os cansaré / pobre autobiografía / de escuelas impuestas / casta moral  y embrión de autocensuras…  En ese primer poema también alude a una característica de su personalidad que está presente en todo el poemario: el sentido de la humildad: disfruto de lo humilde / y odio la vanidad… También se aprecia ya desde aquí la huida de la grandilocuencia estilística.

            Su poesía es una poesía de apegos familiares y de compromisos sociales. En lo referente a los apegos familiares nos llama la atención la ternura con que se acerca a sus raíces, ternura que es santa sabiduría. Esas raíces familiares  de clase trabajadora le han aportado dignidad, constancia y amor incondicional. Sabe a amor / en la casa de mi vida, confiesa.  En unos cuantos poemas aparece la  evocación de la infancia , infancia de jugar en la calle, de tebeos y chapas. También están presentes sus antepasados,  los lugares y vivencias que compartió con ellos (la bisabuela Cecilia, el abuelo), entre las que destaca todo un mundo de  sensaciones: ropas, olores, sabores…  Estas vivencias le enseñaron también a saborear la poesía. Son evocaciones emocionadas y  a veces doloridas, como refleja el poema titulado Vengo.

            Otro gran tema del poemario  es el compromiso social, tanto en los poemas escritos, como en los cantados en el disco, el compromiso social es algo que se pone de manifiesto de forma clara. Su “oficio” es hacer sonar las seis cuerdas de rabia de su guitarra. Sus canciones se guardan cerca de la pala que cava la trinchera, nos dice. Pero para cavar esas trincheras es necesaria siempre la tribu, la unión y la solidaridad. Aquello que decía Vicente Aleixandre en su poema En la plaza: “Allí están todos, y tú entre ellos”. Pero las trincheras de Javi Morán no son bélicas, son las de la solidaridad y la tolerancia pues le duele el dolor del duelo. Critica la hipocresía, la injusticia, la falta de cuidado del planeta, la falsedad de la realidad que nos presenta con frecuencia el cine: ¡maldita entelequia! La dura realidad que contempla ante su mirada le hace evadirse en algún momento y soñar con mundos de leyenda.  Así da cabida en algunos poemas a elementos de la historia y la mitología clásicas: Morfeo, Troya, los aqueos…, siempre con un simbolismo referido al mundo contemporáneo, pues nunca se evade de él.  En otros momentos apela directamente al lector  y le invita a rebelarse contra ese mundo que les ha condenado a vivir en el lodo, como a los cocodrilos que pasan toda su vida nadando en forma circular en un foso (poema Foso).

            Además de lo familiar y lo social, el tercer gran tema del poemario es el amor. El amor se presenta desde una visión erótica, con un erotismo, expreso la mayoría de las veces,  y otras, sugerido, como ocurre en el poema Taxi.

         Esa pasión amorosa es siempre muy sensual y nos llega a través de sensaciones referidas al gusto, al tacto al olfato… Además está muy presente  el simbolismo del calor para hablar de la pasión amorosa: fuego, tormenta, rubor, infierno de placer, pólvora, mecha  fuego de dragón… La mención del fuego  como símbolo de la pasión amorosa ha sido muy recurrente en nuestra poesía amorosa.  “Venas que humor  a tanto fuego han dado”, decía Quevedo en un conocido soneto. La vida del poeta era fría hasta la llegada del amor, pero el conocimiento de la amada ha llevado calor a su vida. La manifestación de la pasión amorosa  la presenta también como una batalla, una batalla sin heridos ni balas…, pues se lame el filo de la espada / pero no sale sangre de la lengua… En esa batalla en que se completa la relación sexual, los amantes llegan al éxtasis milagroso y místico. Y, aunque Javi Morán, en sus versos apóstatas santifica  el amor  entre las sábanas blancas en un ara consagrada a ningún dios, no parece que esté lejos de la concepción del éxtasis amoroso del que hablaban los místicos, pues esa pasión que refleja, por su intensidad, parece participar de la propia divinidad.

            No se puede olvidar que, si prescindimos de la trascendencia religiosa, los místicos españoles  están entre lo mejor  de la poesía  de amor de la literatura española. Pocas cosas más bellas se pueden decir sobre el amor que estos versos del Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz: “Descubre tu presencia / y máteme tu vista y tu hermosura / mira que la dolencia / de  amor que no se cura / sino con la presencia y la figura”.  Javi  Morán invita a la persona amada a vivir con pasión la relación amorosa: Pídeme más intensidad, le dice a la amada, y juntos persiguen el éxtasis, en que se anula el espacio y el tiempo,  que nos recuerda aquello de “amada en el Amado transformada”.  Las referencias al éxtasis místico son varias, de forma expresa o figurada y en uno de sus poemas, Copa (II), realiza, en los primeros  versos,    una  imitación formal, a modo  de "ripio",    de un conocido poema de santa Teresa,  no sé  si para mostrar  que se siente cerca de ese éxtasis amoroso que describían los místicos  o si lo hace en clave   burlesca. De cualquier forma,   el amor apasionado es vivido   de forma similar por todos los  amantes, en cualquier época y sin distinción entre el amor religioso y el laico. Se puede querer amar de una forma similar a la que expresaban los místicos sin ser místico e, incluso, "apostatando" de ese misticismo. 

            En cuanto a su concepción poética, Javi Morán nos dice que se siente invadido por la erótica de la pluma que escribe  en ese papel que inspira un verso. Su poesía va unida necesariamente  a la música. Los acordes de la guitarra añaden sentido a sus palabras, por eso el poemario va acompañado por un disco que contiene once temas. Uno de los poemas musicados es Postal a Federico García, del  escritor leonés Antonio Pereira, y otro, el poema  titulado Despertad, de la poeta leonesa Paz Martínez. En la grabación del disco aparecen también varios colaboradores tanto en voces como en instrumentos musicales. Es una delicia escuchar esos poemas canción en la voz potente y melodiosa del autor,   esa música que nos llega de forma tan directa y clara,  pues el cantante declara que no quiere ser compositor de himnos patrióticos. A través de la música percibimos aún más si cabe la postura de compromiso social de Javi Morán. Esa unión entre letra y música se pone de manifiesto también  en la abundancia de léxico relacionado con la música: baile, cadencia, volumen, jazz, melodía, nombres de instrumentos (guitarra, trompeta, batería, contrabajo…). Y como he dicho más arriba aparecen muchas palabras  y recursos expresivos (metáforas, símbolos, sinestesias) relacionados con las sensaciones: música de la brisa del viento, dulce música, pétalos como alas…

            Los títulos de sus poemas también se ajustan a esa claridad expresiva y  suelen estar formados por una escueta  palabra: Autobiografía,  Oficio, Hijo… Cine, Aleteo, Pincel… Olor, Rubor, Bélico…

             Su poesía se podría  encuadrar en la poesía relato, pues sus versos  se convierten en pequeños relatos de la vida cotidiana en la que aparecen detalles de su biografía  y la de otros personajes o  el ambiente de los barrios,  y nos hace identificarnos con ellos.  Quizá  su poesía esté próxima a lo que se llamó hace décadas la “poesía de la experiencia”, de la que fue claro representante el poeta  Luis García Montero. Javi Morán apuesta por el verso libre. Asegura que quiere ser iconoclasta también en lo referente a los esquemas poéticos, pero tiene claro que la poesía  es ritmo y que ese ritmo debe buscarlo de otras formas, pues asegura que para ser poesía / primero tienes que ser verso…  Por ello, recurre con frecuencia a los paralelismos sintácticos y a veces también se deslizan  en los versos las rimas asonantes, como ocurre de forma clara en el poema titulado Pincel. E incluso prueba a escribir un soneto (un "metasoneto", en realidad)  para hablar de la poesía, como lo hiciera Lope de Vega. 

    También  nos hace guiños lingüísticos con algunos neologismos como poetamalditismo o insemejanza,  con varios anglicismos y con textos en leonés: La Vieya´l monte y Ónde está´l nuesu pan. La primera hace alusión a un personaje tradicional del folklore leonés y la segunda es una canción claramente reivindicativa.

            La poesía y la música de Javi Morán nos hacen sentir más de cerca y ver con mirada más crítica esa realidad que a veces nos atrapa “en las garras del progreso”, como dice Paz Martínez,  y nos impide ver la auténtica verdad. Nos identificamos con su sentir las personas  que hemos sido arrancadas de nuestras raíces y  nos gusta refugiarnos en las vivencias de infancia,  las que valoramos el amor en todas sus formas, las que  no comulgamos con las propuestas de los falsos profetas, aquellas que nos rebelamos ante la injusticia, la hipocresía… Necesitamos voces comprometidas y claras como la suya, aunque ya sabemos, como dice el autor, que la poesía no es anestesia / ninguna receta la prescribe / no evita el dolor / acaso lo agudiza un poco más…  Con todo y con ello,  prefiero al poeta alegre / que sonríe con su corazón, nos dice Javi Morán.  Y con ello nos quedamos, con las voces de su compromiso personal y social y con los sones de la alegría.


© Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga





 Presentación de Be(r)sos apóstatas en la Casa de León en Madrid. 16 de mayo de 2024

Fotos: Casa de León en Madrid

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