Semblanza del río Omaña (León)
A todas las personas que alguna vez han sentido que les habla el agua de los ríos...
De forma recurrente vuelvo a mi río, vuelvo a mis raíces… A ese río que a lo largo de los siglos ha generado vivencias asgaya (a esgaya) a todas las personas que han vivido en su entorno.
Río Omaña. Foto:MAR |
Enjoyado cada día
de oro, plata y esmeraldas
asistes al espectáculo
que natura te depara...
Vista del valle del Omaña y del Valle de Samario. Al fondo La Garandilla. Desde La Chana de Paladín. Foto: MAR |
Los ríos siempre han tenido un gran simbolismo en literatura. Su nacimiento es similar al nacimiento del ser humano; su discurrir, a la vida y al paso del tiempo, y su desembocadura, a la muerte.
Tú, río Omaña, eres mi río. Has sido
siempre para mí un signo de vida, un
remanso de paz, un espejo de belleza. Tus aguas acariciaban mis pies infantiles, que se estremecían, por miedo
a ser arrastrados por la corriente y por la sensación de frialdad. Porque eres un río de montaña: un río de aguas rápidas y frías. Un río de aguas finas que han lavado mi ropa y aseado mi
cuerpo. Un río hermoso en cuya belleza se ha regodeado
mi espíritu.
Y es que un río es algo más que unas
aguas que corren, que pasan, que huyen… Un
río es la historia de la vida de muchas
generaciones que se han movido en torno
a él. Un río es la imagen del paso del tiempo, pero no tiene tiempo, porque lleva en sí un germen de eternidad, de eternidad mudable, aunque la expresión sea paradójica. Siempre igual y siempre diferente. El mismo río con distinta agua, que
diría el poeta Gerardo Diego, a lo largo de todo tu caminar.
Foto: MAR |
Río
Omaña, río Omaña,
nombre
que el agua te da,
a
los pies del Tambarón
inicias tu caminar. (MAR)
inicias tu caminar. (MAR)
Hacia las fuentes del río Omaña en Montrondo. Foto: MAR |
Para todos los omañeses, en nuestras vivencias de la tierrina, nunca has necesitado nombre: eras y eres “el río”: “voy al río, vengo del río, cómo ha crecido o mermado el río, tengo que pasar el río…”. No un río, sino el río. El río conocido, el río sentido, el río vivido, el río querido. Aunque he de decir que, en los largos años que he vivido lejos de ti, he repetido mucho tu nombre. Muchas personas saben de tu existencia, porque han oído de mis labios o leído en mis escritos cientos de veces tu nombre: Omaña.
Carretera Astorga-Pandorado. Otoño. Foto: MAR |
Puente en la carretera Astorga-Pandorado. Verano. Foto: MAR |
Además, eres un río generoso. En tu fluir,
por el “valle grande”, desde los pies
del Tambarón hasta los límites de la
comarca, vas acogiendo otros ríos y arroyos menos caudalosos que afluyen desde
valles y vallinas transversales: ríos Gordo, Negro, Valdesamario, por tu
derecha, y otros varios por tu izquierda: Sabugo, Santibáñez, Ariego, Ceide, Velilla…
Los recoges y los abrazas en tu seno de
manera amorosa, como si fueran tus hijos.
En tu camino hasta ser Órbigo, de vez en cuando, algunos puertos interrumpen tu cauce y desvían
tus aguas fuera de él. Entonces te quedas
más escuálido y notamos la merma de tu caudal (aunque es verdad que en muchos
casos las aguas te son devueltas por escurrederos,
después de realizada su labor de regadío). Son puertos
de los que salen
presas de riego o que llevan el agua a
algún molino, cuyas piedras has hecho girar durante siglos, o puertos de
los que, en otra época, salían presas que llevaban a pequeños saltos de agua
que producían electricidad… Esos puertos, han usado tradicionalmente materiales ecológicos de los que
abundan por tus alrededores o en tu propio cauce: piedras, ramas, tapines… El llamado progreso ha ido cambiando esas construcciones tradicionales y han
llegado a ti, para sacar el agua con más facilidad máquinas, lonas y plásticos que, de alguna
forma, han agredido tu esencia natural y
tu entorno.
Había, sin embargo, un puerto, la presa del Cepedano, en El Escobio (Trascastro de Luna), que estaba construida en cemento. El embalse producía una hermosa tablada que llegaba a la peña de la Fortuna y el agua que pasaba por encima del muro formaba una pequeña cascada. El agua de esa presa iba destinada a producir electricidad en una fábrica que había en La Garandilla y que mandaba esa energía a pueblos de La Cepeda, además de a algunos barrios de Valdesamario.
Río Omaña en la desembocadura del río Valdesamario. Primavera incipiente. Foto: MAR. |
Había, sin embargo, un puerto, la presa del Cepedano, en El Escobio (Trascastro de Luna), que estaba construida en cemento. El embalse producía una hermosa tablada que llegaba a la peña de la Fortuna y el agua que pasaba por encima del muro formaba una pequeña cascada. El agua de esa presa iba destinada a producir electricidad en una fábrica que había en La Garandilla y que mandaba esa energía a pueblos de La Cepeda, además de a algunos barrios de Valdesamario.
Restos de la presa del Cepedano. Foto: MAR |
Otro de esos puertos que conducen tus aguas fuera del cauce, el más emblemático de la
Omaña Baja, ha sido siempre el Puerto de la Vega de Paladín, que embalsa las aguas en el pozo del Piélago, conocido y pintoresco lugar de baño, antes de que la
carretera lo cruzara y lo dejara debajo del puente, sito sobre el pozo. De ese
puerto existe Comunidad de Regantes legalmente constituida desde los años 60
del siglo pasado. Hasta hace unas décadas el trabajo de hacer el puerto se subastaba cada año y al (a los que) le quedaba se le pagaba la cantidad
establecida en la subasta. Cada regante pagaba una cuota de acuerdo con la
superficie regada, que en esta Omaña nuestra, no pasaba nunca de áreas y
centiáreas. Había también un encargado de elaborar las listas para reparto del
coste de los gastos que había que cobrar. Esa persona fue mi padre durante muchos años. Y él,
con frecuencia, nos encargaba a mi
hermana o a mí ese cometido. Así aprendimos
los nombres de muchas personas de los pueblos próximos: La Utrera, La
Garandilla y los pueblos del Campo
(Camposalinas, Irián, Carrizal, Santovenia).
Por encima de ese puerto existían varios más, río arriba, y entre ese y La Utrera había
otros puertos de riego, entre los que
destaco dos: uno por su hermoso nombre, Los Jardines, que regaba una parte pequeña de las fincas de Paladín, y otro, propiedad de Juan
Ramos ("Juanón"), de Paladín, del que salía una presa muy grande, que conducía el agua a una
fábrica de electricidad y a un molino de su propiedad, y la sobrante era
aprovechada para otro molino situado medio kilómetro más abajo. En los pueblos a los que llegaba la electricidad de esta fábrica (Paladín, La Utrera, Valdesamario, Carrizal, Irián...) se llamaba “juan” a
aquella luz escasa y temblorosa que nos alumbraba en los años 50 y 60 del siglo XX.
A partir de esos puertos, por presas amplias,
que se limpian todos los años para que la vegetación de los riberos no las ciegue, tus aguas salen del río y se van diseminando por las fincas en un entramado de pequeños canales que se convierten en una especie de sistema
circulatorio, con sus arterias, venas y capilares que
llevan el agua hasta los lugares más recónditos. Las presas se van dividiendo en
otras más pequeñas a las que se encamina el agua con comportas o compuertas, generalmente de madera,
(pequeñas puertas de madera que cambian el curso del agua) de las que salen regueros… Y los regueros terminan convirtiéndose
en estrechas conducciones, los liviaos,
que se van cavando según las necesidades de riego, para que llegue el agua al
último testero.
Una página del borrador de la distribución de costes del Puerto de la Vega, de hace unos 50 años |
Rueda de uno de los molinos de Paladín |
Comporta de madera que usa como complemento plásticos en lugar de tapines, con el peligro de contaminación que supone. Foto:MAR |
Presa de riego. en una chopera. Foto: MAR |
¡Cuánto me gustaba andar chapuzando descalza por esas presas en
las que el agua estaba mucho más templada que en el río! En algunas ocasiones, en verano, las presas
también se usaban para lavar la ropa. Y alrededor de ellas se ponía unas horas
al verde la ropa enjabonada para conseguir aquella blancura de la colada en la que rivalizaban las mujeres,
pues el sol, sin duda, era la mejor lejía. En esos casos, no solo regábamos el
prado o los cultivos, sino también el propio tendal, salpicándole agua por
encima, para que mantuviera la humedad
mientras estaba al sol.
Se ha mantenido la norma
consuetudinaria de no “robarte” el agua, río Omaña, hasta terminar con la recogida de la hierba. Una vez
recogida, los puertos se acondicionan
(hacer el puerto) para que puedas
llegar a todas las linares y huertas para dar vicio
a los sementijos. No puedes
permitir que se pongan mustios, se agosten,
ni tampoco, que se mareen. Así, luce la Omaña veraniega en todo su esplendor. Y así nos permites comer sabrosas
patatas, lechugas, fréjoles, berzas…
Huerta y casa centenaria construida con piedras del río Omaña. Paladín. Foto: MAR |
Los árboles se reflejan
y te cubren son sus mantos,
su cara en tu espejo dejan
y se llevan tus encantos. (MAR)
Y en algunas ocasiones observamos la sombra
oscura de alguna roca que
te vigila cual centinela pétrea y pone
misterio insondable en tus aguas.
La peña, cual centinela,
vigila el agua profunda
y se mira el rostro en ella,
mientras la contempla muda.
Agua que esconde secretos,
de conexiones oscuras,
de un Piélago misterioso
que traga paja menuda... (MAR)
(Se cuenta que en alguna ocasión, sin precisar el tiempo, se echó en este pozo paja trillada, que, tragada en el lugar, fue a salir a 35 kilómetros de distancia, en una fuente de Villadangos del Páramo. El hecho curioso se cuenta allí y en Omaña de la misma manera).
Pero tú eres más de brillos que de oscuridad. A diario vemos reflejarse en tu piel acuosa el tímido sol del amanecer y también ese sol del ocaso que te da bellísimos reflejos dorados. Sabes atraer los rayos solares durante todo el día y te dejas seducir por los reflejos de la luna, que luce espléndida sobre ti, especialmente en las noches de luna llena. No se estorban Lorenzo y Catalina para mirarse en tu espejo, pues reparten bien sus tiempos, quizá porque algún día muy lejano decidieron elegir el día y la noche, respectivamente, para acompañarte o porque quieren jugar a la maya y a esconderse el uno de la otra o porque, simplemente, se enfadaron y no quieren verse más. A ello alude esta coplilla popular omañesa, recogida en Paladín:
La peña, cual centinela,
vigila el agua profunda
y se mira el rostro en ella,
mientras la contempla muda.
Agua que esconde secretos,
de conexiones oscuras,
de un Piélago misterioso
que traga paja menuda... (MAR)
Pozo del Piélago en primavera. Foto:MAR |
Pero tú eres más de brillos que de oscuridad. A diario vemos reflejarse en tu piel acuosa el tímido sol del amanecer y también ese sol del ocaso que te da bellísimos reflejos dorados. Sabes atraer los rayos solares durante todo el día y te dejas seducir por los reflejos de la luna, que luce espléndida sobre ti, especialmente en las noches de luna llena. No se estorban Lorenzo y Catalina para mirarse en tu espejo, pues reparten bien sus tiempos, quizá porque algún día muy lejano decidieron elegir el día y la noche, respectivamente, para acompañarte o porque quieren jugar a la maya y a esconderse el uno de la otra o porque, simplemente, se enfadaron y no quieren verse más. A ello alude esta coplilla popular omañesa, recogida en Paladín:
El sol y la luna riñeron,
perdieron las amistades,
el sol por andar de día
y la luna por las tardes.
Amaneces con aguas plateadas, que se van convirtiendo en
diamantinas a lo largo del día, y a la caída de la tarde las piedras de tu
cauce lucen como lingotes de oro.
Puedo contemplarte con los ojos de un pintor impresionista, pues cada vez que te miro me regalas una sensación momentánea única e inesperada. Un cuadro que varía de trecho en
trecho y de minuto a minuto. Mis ojos se
han quedado muchas veces embelesados ante el movimiento de tus aguas cristalinas. Las perlas que saltan
de tus corrientes y cascadas decoran mi mirada y el arrullo de tu
sonido hace volar mi espíritu al jardín de los sueños.
Y tú, en tu discurrir eterno, infinitas veces habrás dirigido la vista hacia el cielo siguiendo la dirección que te marcan las guías de los árboles. Cielo y agua, tan lejos y tan cerca. Tu mirada seduce a las nubes que se funden contigo y se quedan prendidas de tus aguas cristalinas. En otras ocasiones, a buen seguro, tenderás la vista hacia las laderas de los montes que te rodean. Unos montes con exuberantes bosques de bidules o de robles en tu tramo alto que parecen custodiarte y que te fecundan con el agua de las fuentes que manan a sus pies. Y a medida que desciendes puedes contemplar de forma más calmada los bosques de ribera que pueblan tus orillas y que beben tus aguas.
Y tú, en tu discurrir eterno, infinitas veces habrás dirigido la vista hacia el cielo siguiendo la dirección que te marcan las guías de los árboles. Cielo y agua, tan lejos y tan cerca. Tu mirada seduce a las nubes que se funden contigo y se quedan prendidas de tus aguas cristalinas. En otras ocasiones, a buen seguro, tenderás la vista hacia las laderas de los montes que te rodean. Unos montes con exuberantes bosques de bidules o de robles en tu tramo alto que parecen custodiarte
El cielo en el agua. Río Omaña en El Escobio. Foto: MAR |
Desde la Omaña más alta caminas hasta
la más baja entonando distintas
canciones y bailando danzas que siguen ritmos que van acompasados con la geografía omañesa. En los primeros pasos de tu carrera, en Montrondo, avanzas de manera vigorosa, entre saltos y cantos de fiesta. Allí apenas se
puede ver tu curso, escondido en profundos barrancos, pero, en cambio, sí sentimos
la voz alegre de tus aguas, mientras se divierten saltando por bellas cascadas o deslizándose por sinuosos
toboganes.
Las aguas que saltan
buscando el destino
entonan canciones
que acunan oídos.
Danzando sin pausa
con un fuerte ritmo
arrojan sus perlas
al pie del camino
y enjoyan los ojos
que son seducidos
al ver la belleza
del río nacido.
¡Oh aguas furiosas,
que corréis con brío,
llevad nuestros sueños
al mar infinito! (MAR).
Avanzados algunos kilómetros, en tu curso medio y bajo, de vez en cuando, te detienes en una tablada para descansar y para contemplar el verdor que te rodea. Pero pronto vuelves a recuperar el paso garboso, para ir, poco a poco, sosegando de nuevo tu discurrir en el último trayecto. Es como si pasaras de los pasos más airosos de la jota a los más sosegados del baile del país o baile chano.
Las aguas que saltan
buscando el destino
entonan canciones
que acunan oídos.
Danzando sin pausa
con un fuerte ritmo
arrojan sus perlas
al pie del camino
y enjoyan los ojos
que son seducidos
al ver la belleza
del río nacido.
¡Oh aguas furiosas,
que corréis con brío,
llevad nuestros sueños
al mar infinito! (MAR).
Avanzados algunos kilómetros, en tu curso medio y bajo, de vez en cuando, te detienes en una tablada para descansar y para contemplar el verdor que te rodea. Pero pronto vuelves a recuperar el paso garboso, para ir, poco a poco, sosegando de nuevo tu discurrir en el último trayecto. Es como si pasaras de los pasos más airosos de la jota a los más sosegados del baile del país o baile chano.
En época de estiaje. Foto: MAR |
El Omaña cerca de su nacimiento, en el puente de Montrondo. Foto: MAR |
Las estaciones del año también cambian tu
fisonomía. En invierno y primavera, con
frecuencia, tu crecida o llena es
incontenible, sale del cauce e inunda los pagos próximos. Alguna vez, incluso,
te has acercado de forma peligrosa a los pueblos o te has llevado por delante (“comido”) parte de fincas, árboles… Y cuando
llega la merma vemos los
destrozos provocados y te vemos a ti
caminar por otro lugar , formando regachos y rodeado de cascajales.
Tú no tienes la culpa, simplemente recoges las aguas del desnevio de la tangada de
nieve que ha caído en las alturas, porque
nuestras montañas son pródigas en
nieve… Es parte de nuestra riqueza y belleza.
Una llena. Foto: MAR |
Colores otoñales. Foto: MAR |
Al paso
de tus llenas has ido dejando
árboles arrancados, caminos destrozados, pontones deshechos y arrastrados… Ese "botín" se convertía luego en leña (previa subasta) que
serviría para atizar las cocinas económicas o bilbaínas y librar a los omañeses de los fríos de las pelonas
del invierno siguiente. Era como una
compensación al daño causado.
Es fama que tus aguas tenían el poder de cicatrizar de forma rápida las heridas, por eso cuando de niños nos hacíamos cualquier mancadura que llevara consigo herida abierta nos mandaban a lavar la herida con agua de río. También nos devuelves un pelo sedoso cuando lo lavamos en tus aguas.
De tu cauce y tus cascajales fueron sacadas las piedras y la arena que, mezcladas con cal o simplemente con barro, sirvieron para construir muchas casas omañesas en la parte más baja de la cuenca. ¡Cuántos
carros y carros de piedras fueron a parar a las paredes de más de medio metro
de grosor de mi casa y de otras muchas
viviendas! Cantos rodados que mezclan distintos colores y que nuestros canteros
eran capaces de colocar de forma conveniente e incluso artística. Esas piedras
que tantas veces nos han hecho resbalar o han mancado nuestros pies y que, cuando era posible, nos llevaban a protegerlos con botas, en invierno, o con alparagatas viejas o sandalias cangrejeras, en verano. Esas piedras, junto a las raíces han sido cobijo de las
truchas.
Es fama que tus aguas tenían el poder de cicatrizar de forma rápida las heridas, por eso cuando de niños nos hacíamos cualquier mancadura que llevara consigo herida abierta nos mandaban a lavar la herida con agua de río. También nos devuelves un pelo sedoso cuando lo lavamos en tus aguas.
De color primaveral. Foto: MAR |
Casa de la escuela de Paladín, en cuyas paredes se ven los distintos colores de las piedras del río. Foto: MAR |
Por tus orillas deambulan muchos pescadores
que, pertrechados con botas altas, cesta y caña, durante el día o al sereno, tratan de que
piquen las truchas para poder llevárselas a la cesta. Pero también has conocido a otros pescadores
especialmente habilidosos (como mi padre) que introduciendo su cuerpo en el agua, pescaban las truchas a mano buscándolas entre las raíces o las piedras. Esta práctica,
hoy no permitida, es cada vez menos frecuente, pues escasean ya esos
pescadores, aunque, bien mirado el asunto, usaban una técnica absolutamente
natural, que formaba parte de una economía sostenible. En mi infancia esas
truchas eran el poco pescado que podíamos comer en muchos pueblos omañeses. Luego,
las truchas de río se fueron
convirtiendo en un artículo casi de lujo.
También los omañeses pescaban en otro tiempo con la ñasa (nasa, naso) y con el trasmallo. Este último provocaba también daño, pues se cogían
muchas truchas de una vez, sin distinguir tamaños.
Y tú, río
Omaña, tampoco te has librado de atentados ecológicos para
tu fauna, absolutamente condenables, como arrojar al
agua lejía en gran cantidad para que las truchas de un lugar de agua serena muriesen
todas sin distinción de tamaño y flotaran en la superficie. Hoy, por fortuna,
hay más conciencia medioambiental, más vigilancia y más penalización para que hechos así no ocurran y diversos espacios señalados como cotos de pesca (El Castillo,
La Omañuela…). Además de las truchas,
hay también otros animales que se mueven en tu entorno: la lucida nutria, para
nosotros lundre, que nos servía para
comparar con ella a los niños muy rollizos. También dicen que tienes
buena amistad con el desmán de los Pirineos, pero yo nunca he visto
ninguno.
Sin duda, los animales de tierra que más has visto a lo largo de tu vida cronológica y de tu carrera omañesa han sido las vacas. En ti han saciado su sed y en tus riberas y riberos han pastado plácidamente, y muchas veces han atrevesado tus aguas para pacer "al otro lado" o lo han hecho tirando de un carro... Seguranmente has oído sus nombres y sus cencerros.
Desde lejos, también has podido oír las esquilas de cabras y ovejas, el aullido del lobo... Tal vez el oso... Sin embargo, en los últimas décadas estás contando con unos visitantes especiales, que durante siglos no habías conocido: los corzos. Hacen viajes nocturnos para beber agua y a primera hora de la mañana salen corriendo de tus riberas y, cruzando a la carrera caminos y carreteras con saltos espectaculares, huyen monte arriba.
Sin duda, los animales de tierra que más has visto a lo largo de tu vida cronológica y de tu carrera omañesa han sido las vacas. En ti han saciado su sed y en tus riberas y riberos han pastado plácidamente, y muchas veces han atrevesado tus aguas para pacer "al otro lado" o lo han hecho tirando de un carro... Seguranmente has oído sus nombres y sus cencerros.
Vacas paciendo al lado del río. En primer plano restos de las riadas. Foto: MAR |
A tu vera discurren caminos que han
transitado sin pausa los omañeses, durante siglos. Con una zada
al hombro, una forca, una macheta, una fozoria, un gadaño… Tal vez se encaminaban a desbrozar
una presa para que corriera bien el agua, a segar un prao, a recoger un feje de hierba, a
coger unas varas para hacer esa cesta
que después se llenaría con patatas, con leña… Son caminos que llevan a términos
cercanos y conocidos.
Pero a tu vera pasan también otros caminos que han conducido a los
omañeses fuera de su tierra, como la Cañada Real de la Vizana, por el bello
paraje de El Escobio, que avanza entre el río y las peñas, y que ha sido durante siglos el camino de Cangas Narcea a
Madrid y el de las merinas de la trashumancia. Allí se esconde la Peña de la
Fortuna, a la que lanzaban la piedra los caminantes para pedir su protección. Tal vez alguna de
ellas rebotara en la roca y quedara atrapada en tu cauce y, con ella, las
lágrimas de su frustración.
Tus aguas, a lo largo de toda Omaña,
son abrazadas por muchos puentes. Desde bellos y antiguos puentes de piedra, hasta puentes de madera o de
hormigón. Puentes firmes y sólidos, puentes hechos con ramas y tierra y puentes colgantes. Has visto también a muchos omañeses, usando de su pericia,
cruzarte con zancas. (En otra ocasión ya escribí largamente sobre puentes, pontones, zancas y pasaderas).
Caminos que llevan al trabajo. Foto: MAR |
Cañada Real de la Vizana (posible antigua calzada romana), a su paso por El Escobio. Foto: MAR |
Puente viejo de La Garandilla. Foto: MAR |
De solaz en el pozo Lloncín. Foto: MAR |
En fin, eres el pasado y eres el presente de los omañeses que ahora te contemplamos. Has visto transcurrir nuestra vida, has contemplado nuestro trabajo, has recogido nuestras lágrimas, has sentido nuestros pies descalzos o calzados con botas. Tal vez has sonreído cuando un resbalón inoportuno nos ha precipitado a tus aguas de forma involuntaria e inesperada. Has atrapado nuestras miradas y sugestionado nuestros oídos, has refrescado nuestras caras… Has repartido agua… Has repartido vida y salud… Eres río Omaña, aqua mania o aqua magna, agua grande… Eres tú con todos tus afluentes, con tus regachos, con tus presas, con tus regueros... Te hemos sentido, te sentimos...
De verde y azul... Foto: MAR |
Desde tus frescas riberas
se inclinan sobre tu faz
abanicos de verdores
que soplan sobre un cristal. (MAR)
Abanicos de verdores. Foto: MAR |
Y cristal reluciente. Foto: MAR |
Al compás de las estaciones
Imágenes tomadas en el mismo lugar en distintos momentos del año. Puente colgante entre Paladín y La Utrera.
Acceso al puente colgante por Paladín en primavera. Foto: MAR |
Puente colgante en verano por la cara norte. |
Puente colgante en otoño. Foto: MAR |
Siempre el mismo río con distinta agua... Foto: MAR |
No deja de ser curioso que mi nombre comience por la letra M, grafía que se corresponde con la correspondiente del alfabeto latino y que proviene de una letra fenicia que significaba movimiento del agua, seguramente procedente, a su vez, del jerogífico egipcio de forma ondulada que se usaba para representar el agua.
Además, la primera sílaba de mi nombre comienza por Mar- y, curiosamente coincide con las iniciales de mi nombre y mis apellidos: MAR. Mis "comienzos" son, pues, agua... Aunque sea una mera coincidencia.
© Margarita Álvarez Rodríguez
Julio de 2020
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De la montaña al mar
Un artículo precioso, que recomiendo leer despacio para saborearlo mejor, la prosa es todo un lujo y además acompañada de sentidos y bellos versos, imágenes de calidad lo realzan y complementan, con palabras Omañesas muy queridas y añoradas que emocionan al leerlas y recordarlas, me ha encantado, bien escrito y muy bien documentado, gracias Margarita.
ResponderEliminarGracias, Paco. Omaña es agua, es verdor, es una forma de hablar y una forma de ser. Yo pongo palabras a esa belleza que tantas veces nos has mostrado con imágenes. Saber mirar, saber escuchar... Eso es saborear nuestra tierra. Ojalá podamos seguir difundiendo su belleza e invitando a otras gentes a que lo hagan.
EliminarSoy de Pedregal ceja del Omaña.Esplendido Blog.
ResponderEliminarComo se suscribe uno?
Muchas gracias por leer lo que escribo. Yo soy de Paladín, así que estamos muy cerca. Para suscribirse al blog, si lo haces desde el teléfono, verás al final de cada entrada que puedes seleccionar "versión web". Pinchas ahí y vas bajando y verás en la columna de la derecha después de los archivos de blog y las etiquetas que aparece la suscripción. Pinchas en esa ventana y creo que te pide un correo de Gmail. Espero que puedas hacerlo. Saludos.
EliminarMi padre y su hermano Perez Melcon escribieron libros de poemas y de recuerdos desde san Martin a la Utrera
ResponderEliminarNo los conozco. Sí están publicados me gustaría tener la referencia. Gracias.
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