miércoles, 10 de junio de 2020

Galdós y el premio debido





Monumento a Galdós. Parque del Retiro. Madrid. Foto: MAR


Dicen que el principal defecto español es la envidia, y tal vez sea cierto. En nuestro idioma hemos acuñado la expresión que dice que  nadie es profeta en su tierra y conocemos la trayectoria de muchas personas que  para triunfar han tenido que abandonar el país. Nos cuesta reconocer los méritos ajenos y con frecuencia buscamos defectos que reduzcan el éxito.  Hasta nuestra lengua da prueba de ello en aspectos léxicos y gramaticales,  como he explicado en otro artículo (Contra la envidia, caridad). A la envidia quizá haya que sumarle también el cainismo, ese deseo de hacer daño al prójimo y al  próximo, cainismo individual y cainismo colectivo.

En este año galdosiano estaría bien recordar algo que atañe al escritor y que es un fiel reflejo de esto que digo. Galdós era de ideología republicana y  adoptó una postura anticlerical. Fue un creyente de los del “evangelio según Jesucristo”. En realidad no era anticlerical, pero sí muy crítico contra algunos aspectos de la iglesia católica. Consideraba que la Iglesia intervenía demasiado en la vida social y moral de los ciudadanos. Siempre estuvo abierto a la libertad de culto y luchó contra la intransigencia y el dogmatismo. Los sectores católicos más intransigentes no le perdonaron que escribiera Doña Perfecta, una novela en que censuraba la actitud intransigente de la mujer que  da título (irónico) a la novela. Sin embargo,  en sus novelas de la tercera época los valores del cristianismo están muy presentes en sus personajes (Nazarín, Ángel Guerra…).

Y es importante tener esto presente para entender cómo un escritor de  su talla no recibió el Nobel de Literatura. Vivió hasta 1920 y la Academia Sueca lo entregó por primera vez en 1901. El primer galardonado fue Sully  Prudhomme, poeta y ensayista francés.

Galdós tuvo opción tres veces. En 1912 medio millar de intelectuales españoles vinculados al Ateneo, entre los que estaban Pérez de Ayala, Benavente, Ramón y Cajal, apoyaron su candidatura, pero el premio  cayó en manos del alemán  Gerhart Hauptmann.  En ese momento Galdós era diputado de la Unión republicana y tenía 69 años. En 1913 también habría tenido oportunidades, pero se orquestó una feroz campaña en contra de su persona y candidatura.  Ese año   fue premiado el  escritor bengalí R. Tagore.

Los sectores más ultraconservadores  organizaron una virulenta oposición en España  y lo desacreditaron ante la Academia  sueca por anticatólico, con presiones de todo tipo (envío de cartas, postales y telegramas). Los políticos e intelectuales ultracatólicos presentaron a Marcelino Menéndez y Pelayo. Ante esa presión ideológica los suecos optaron por apartarlo del premio.

Dos años después, en 1915, fue propuesto por la propia Academia Sueca. El presidente del comité defendió su candidatura “en calidad de escritor espléndido, noble y generoso, altamente considerado y ciertamente relevante en su país”. Pero de nuevo  la institución sueca lo postergó para evitar los  problemas políticos con España.  En 1915  lo obtuvo el escritor francés Romain Rolland. El premio estaba dotado entonces con  200000 pesetas que habrían venido muy bien a la pobre economía del escritor.  Ya antes  había sido también  torpedeado el ingreso en la RAE, que finalmente consiguió en 1897.

En el año 1904, con menos méritos y por una cierta  carambola, había recibido el premio José Echegaray, cuya obra no resiste la comparación con la de Galdós, que es nuestro mayor novelista junto con Cervantes. Solo por la magna obra de sus Episodios Nacionales, ya sería merecedor de ese premio y del reconocimiento de todos los españoles. Pero murió en 1920 sin ese reconocimiento. 

Y la literatura  en lengua española tuvo que esperar hasta 1922, en que  recibió el Premio Nobel Jacinto Benavente. El primer premio para un escritor hispanoamericano fue para la escritora chilena Gabriela Mistral, en 1945. En época más contemporánea otro grande de las letras, Miguel Delibes, murió también sin ese reconocimiento.

2 comentarios:

  1. Pobre Galdós, víctima de la envidia y las luchas internas que SIEMPRE minan la vida en este país, gracias por recordárnoslo.

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  2. Gracias a Benito Pérez Galdos, conocemos las intrigas de la Corte de Carlos IV de principios del XIX.

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