lunes, 11 de julio de 2022

La última misión Apolo, de Ruy Vega

 

Género: Ciencia ficción

Editorial: Más Madera

Págs. 379

 


He de reconocer que es la primera reseña literaria que realizo de una novela de ciencia ficción. Aunque he leído varias obras  de autores importantes del género  (Asimov, Orwell, Huxley y, por supuesto, Verne y  algunos más), no suelo leer novelas  de esta temática. Pero  he de confesar que esta novela de Ruy Vega la he leído complacida.

Ruy  Vega es natural de Ponferrada (León)  y, antes de La última misión Apolo ha realizado ya varias incursiones en la novela de ciencia ficción, la última, Herederos del universo (2019). Es colaborador habitual de diversos medios de comunicación, entre ellos, el canal de televisión La 8 del Bierzo y  el Diario La Nueva Crónica de León, en los que realiza  críticas de cine y escribe artículos y reseñas literarias.

El autor sitúa la acción en  un futuro cercano (años 2029-30). El punto de partida es el hecho extraño de que aparezca orbitando alrededor de la Tierra el Apolo XX, desaparecido en los años 70 del siglo pasado, cuando realizaba una misión especial en la cara oculta de la Luna.  A bordo de la nave sigue aún  viva la comandante en jefe, Elena Patinson.  Esta astronauta es localizada sola y  en la misma situación física (38 años)  en que se encontraba cuando comandaba esa misión especial de la NASA. El resto de los integrantes de la misión han desaparecido misteriosamente y ella no es capaz de explicar lo sucedido.

En la trama de esta novela se trata de desentrañar, pues, el misterio de la desaparición durante décadas  del Apolo XX  y resolver la incógnita de lo ocurrido en todos esos años  en que  el tiempo ha estado parado para la astronauta y no la ha hecho envejecer y, al mismo tiempo, descubrir lo que portaba una misteriosa caja que la acompaña en su viaje de vuelta a la tierra.  En la investigación participan la NASA, el gobierno de los Estados Unidos, el ejército,  diversos especialistas y  un magnate, que costeará otro viaje para resolver el misterio. Esos son los ejes esenciales del argumento de la novela.

Hay que recordar que fue el Apolo XI el que llegó, por primera vez,  a la Luna en 1969 y que la última misión Apolo fue la XVII, por lo que Ruy Vega nos coloca ante una situación de ciencia ficción, pues el Apolo XX solo ha existido en la imaginación del autor y en el argumento de la novela. Siguiendo la narración novelesca,   La última misión Apolo tenía por objeto investigar algo secreto en  la cara oculta de la Luna, lugar en el que se le perdió la pista.

La acción gira en torno a dos personajes femeninos: la astronauta que dirigía la misión, que inicialmente no recuerda lo sucedido, y una famosa física, Shanaya Landázuri, que es una eminencia en la materia y  que va a tratar de resolver  el misterio de forma científica. Parecería a primera vista que la protagonista es Elena  Patinson, sin embargo, las dos rivalizan en el protagonismo. Elena es recluida inicialmente en la Base Edwards, para preservar el secreto que la envuelve hasta que se resuelva el misterio. El autor nos la presenta  como  una persona que vive atormentada por no  recordar lo ocurrido,  que solo  aparece en forma de retazos en los sueños que tiene. Se siente tratada como un objeto de investigación,  que carece de libertad para moverse y para expresar abiertamente sus sentimientos. Su antagonista, Shayana,  es una persona  engreída, que se considera  la mejor física de EE. UU. En torno a ellas, aparecen otros personajes que forman parte del proceso de investigación. Son personajes menos perfilados, pues conocemos más qué hacen que qué sienten o piensan, aunque en algunos casos  afloren someramente sus sentimientos. Con uno de ellos, Mark,  trabajador de la NASA,  la astronauta establece una relación afectiva especial. Es la cara más humana de todas las que pululan alrededor de la astronauta.

La novela nos plantea unos temas intrincados que van más allá de la pura narración novelesca. Uno es la posibilidad de viajar en el tiempo, además de en el espacio, tratando de sustentar la teoría en explicaciones  científicas, y otro, la aparición de   formas de  evolución del ser humano desconocidas hasta ahora.  Nos presenta, pues,  otros modos de evolución de la especie  que superarían las teorías darwinianas,  y en los que intervendrían  seres extraterrestres, seres a los que el autor llama “ellos” y que podrían  ayudar a los seres humanos a dar un impulso evolutivo que supondría  un salto de gigante en la evolución de la humanidad para conseguir crear seres más fuertes y resistentes a la enfermedad y al envejecimiento. Con estos seres contactan los astronautas del  supuesto Apolo XX y “ellos” provocan todo lo que ocurrió con esa misión y sus tripulantes. Se presentan en la novela como seres mucho más evolucionados que los humanos y  que tienen capacidad para decidir el futuro de la humanidad. Además, pueden darnos pistas para conocer mejor  ese mundo sideral del que apenas conocemos algo los terrícolas.

También se plantea el tema de la deshumanización  al que nos puede abocar la ciencia,  que puede modificar hasta el ADN de los seres humanos y transformarnos en algo diferente. Esta deshumanización también se refleja en cómo es tratada la comandante en jefe, Elena, que es utilizada como mero objeto de investigación y privada de libertad, en la base en que está recluida.

Como estamos ante una novela de ciencia ficción, además de lo ficticio, incluye, como es de rigor, elementos relacionados con la ciencia y la técnica que se explican de forma sucinta en la narración. Además de todo lo tecnológico que lleva aparejada una misión espacial, aparecen referencias a   teorías científicas (físicas) que un lector medio desconoce. Sin embargo, Ruy Vega muestra una gran habilidad narrativa para que esas referencias estén enlazadas con la ficción de tal manera que nos parezcan a los lectores explicaciones necesarias en la trama, explicaciones  que tratamos de comprender. El autor consigue que no nos sorprendan en ese contexto narrativo, aunque, en sí mismas, sí sean sorprendentes. A modo de epílogo, y para apoyar esas explicaciones con un argumento de autoridad  que dé más  “realismo”  a lo que se cuenta en la obra,  incluye unas afirmaciones de Stephen Hawking en las que el notable físico hablaba de incluir el ADN, además de la información trasmitida externamente, en el nuevo concepto de evolución humana.

Al hojear la novela tenemos la impresión de que está escrita en forma de diario, pues todos los capítulos están encabezados por el nombre del lugar en que se desarrolla cada secuencia de la trama,  y la fecha concreta y la hora exacta en que se inicia lo que ocurre en cada capítulo. Pero no es un diario al uso en que se cuentan hechos ya pasados, pues la narración utiliza siempre el presente, eso genera  que el lector tenga la sensación de que es un espectador de los hechos y que los va viviendo a medida que transcurren. Parece que nos encontramos   en ese despacho, habitación o laboratorio, entre los personajes que dialogan y deseosos de intervenir también con ellos para descubrir las claves del misterio. Se consigue tal plasticidad que es como si oyéramos los diálogos cuando se están produciendo. Eso le da al texto un gran realismo a la hora de contar todo lo que tiene que ver con el proceso de investigación. La precisión en el horario que marca la hora  y los minutos exactos nos sugiere también ese ambiente tan tecnificado en el que los registros exactos de actividad son esenciales. Es como si varias cámaras fueran dejando constancia exacta de los acontecimientos en el lugar y tiempo en que ocurren. Es una novela muy cinematográfica, fácil de convertir en un guion de cine.

Nos llama la atención la  economía lingüística que caracteriza el estilo de la novela, que, sin duda,  va en consonancia con el género de ciencia ficción, relacionado con  la ciencia y la tecnología que usan lenguajes preciosos y faltos de adornos literarios. Por ese mismo motivo la descripción es muy escasa, apenas unas breves pinceladas con algunos adjetivos o símiles. La técnica más presente en la novela es, pues, el diálogo. Ello contribuye  a dar dinamismo, a que la lectura sea muy ágil y a que se acentúe la plasticidad que se mencionaba más arriba al sumar al  presente de la narración el del diálogo. Los capítulos son muy breves, algunos no llegan a una página y ello, unido a que las frases son muy cortas, contribuye también al dinamismo mencionado.  El autor tiene la habilidad de anticiparnos hechos, cerrar el capítulo correspondiente, y hacernos esperar  a capítulos posteriores para conocer el detalle de los mismos. Este hecho aumenta la intriga, que está presente en toda la narración y que Ruy Vega maneja con arte. La narración sigue un orden lineal, aunque en algún momento se use la técnica retrospectiva para volvernos, a través de los sueños de Elena,  a los hechos previos  a la desaparición del Apolo XX.

A pesar de ser una novela que nos habla de misiones espaciales –o quizá por serlo-, es una novela de interiores, pues en interiores se desarrolla todo el proceso de investigación, se mueven los personajes y se entablan los diálogos.  La acción se desarrolla, fundamentalmente  entre Nevada  y un lugar de la Guayana Francesa, aunque aparezcan también otros lugares. Este desarrollo en interiores crea el marco adecuado para un proceso de investigación y le da esa aureola científica de laboratorio.   Es uno de los aciertos de la novela de Ruy Vega. En ocasiones aparecen incluso las habitaciones de los personajes, que se convierten en prolongación de despachos y laboratorios, aunque  en las conversaciones que se producen en esos lugares, aparece también la faceta más humana y las inquietudes de los personajes, especialmente de Elena Patinson.

La acción se sitúa en un fututo próximo, entre el año 2029 y 2030, y, aun siendo años cercanos, no podemos saber lo que puede ocurrir desde este momento hasta esa fecha. Por ello, lo que hoy nos parece increíble puede no serlo en pocos años. El último capítulo lo sitúa en 2035. Ese capítulo cierra la investigación que ha sido el eje de la trama de la novela, pero introduce al lector en otra incógnita, aunque en este caso se nos han dado las claves necesarias para poder interpretarla.

En conclusión,  La última misión Apolo es una novela que consigue  una intriga que no decae en el transcurso de la narración y  hace que el lector avance por ella sin respiro hasta el desenlace. Una novela amena, dinámica, que entretiene y que nos hace reflexionar, que puede ser leída por los amantes del género y por cualquier tipo de lector,  y que consagra a Ruy Vega como un autor importante dentro del mundo de la ciencia ficción. Y a mí, en particular, me va a servir también para interesarme más por este tipo de novelas. Gracias, Ruy Vega, por regalarme un ejemplar que me ha permitido  disfrutar de su lectura.


© Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga,  profesora y escritora

 


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