domingo, 12 de abril de 2020

Poesía relacionada con la Semana Santa (y IV)

Poemas para  la Pascua de Resurrección

Con esta cuarta y última entrega, cerramos una serie de cuatro dedicadas a la poesía relacionada con la Semana Santa.

Imagen de Cristo en la Parroquia Salesiana de Santo Domingo Savio. Madrid. MAR




Antonio Machado (Sevilla, 18975-Colliure, 1939) nos presenta un domingo de Pascua luminoso y alegre y colorista, como corresponde a un domingo primaveral.


Pascua

Mirad: el arco de la vida traza
el iris sobre el campo que verdea.
Buscad vuestros amores, doncellitas,
donde brota la fuente de la piedra.
En donde el agua ríe y sueña y pasa
allí el romance del amor se cuenta.
¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,
atónitos, el sol de primavera,
ojos que vienen a la luz cerrados,
y que al partirse de la vida ciegan?
¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?
¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!
Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,
y escriben en las torres con blancos garabatos.
Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.
Entre los robles muerden
los negros toros la menuda hierba
y el pastor que apaciente los merinos
su pardo sayo en la montaña deja.



Foto: MAR

Juan Ramón Jiménez (Moguer,1881- San Juan, Puerto Rico, 1958) nos presenta una religiosidad serena de aceptación de la voluntad divina.


Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.
Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
que sea lo que queráis.
Si queréis que entre los cardos
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
que sea lo que queráis.
Gracias, si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada,
y sea lo que queráis.
lo que queráis, señor,
Y  sea lo que queráis.

Foto: MAR


Frente a la exaltación de la alegría primaveral de la Pascua de Resurrección, en la literatura en lengua española también está presente el  sentimiento de la necesidad de sentirse amado para buscar sentido a la  existencia, un existencialismo cristiano que refleja Dámaso Alonso, autor de la Generación del 27 (Madrid, 1898-1990),  en este poema.


Hombre y Dios

Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si el hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita: “¡Entro!”.

Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho, y  profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.

Amor-hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles
Tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!

Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Si me deshago, tú desapareces.



Foto: MAR


Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998) refleja en este poema  el amor que entrega Cristo gratuitamente a todas las personas.

Cristo, cristal purísimo

que no se rompa nunca.

Cristo, creo en tu cruz

que nutre nuestra arteria.

Bebo debajo de tu trono de espinas,

duermo en un ala  de tu cruz siempre viva,

y no hay por qué pedirte por los hombres,

porque todos los hombres están en tu memoria,

en tu luz desbordante con que nos   amas sin 

méritos.


Sé que te desvives hasta morir, de nuevo, 

cada instante,

por los que   son ingratos con los otros.

Cristo, cristal purísimo, que no se rompe nunca.

Cristo, creo en tu cruz, que nutre nuestra arteria.


Foto: MAR




Sin embargo, la misma autora, Gloria Fuertes, en el siguiente poema le da a Dios una dimensión social. Dios está en lo sencillo, en lo cotidiano, en el prójimo que tenemos delante: en la vida misma.


¿Dónde está Dios?…Se ve o no se ve.
Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios de marcha.

De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos,
en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua.

Dios está en el mar y, a veces, en el templo;
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza.

Es verdad que Dios está en todas partes,
Pero hay que verle sin preguntar
que dónde está,
como si fuera mineral o plata.

Quédate en silencio,
mírate la cara.
El misterio de que veas y sientas, ¿no basta?

Pasa un niño cantando,
tú le amas:
ahí está Dios.

Le tienes en la lengua cuando cantas,
en la voz cuando blasfemas
y cuando preguntas que dónde está.
Esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga.
En los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas.

Ahí está Dios, en ti:
pero tienes que verle tú.
De nada vale quien te le señale,
quien te diga que está en la ermita, de nada.
Has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga
que está en las manos de todo el que trabaja;
que se va de las manos del guerrero,
aunque este comulgue o practique cualquier religión,
dogma o rama.

Huye de las manos del que reza y no ama;
del que va a misa, y no enciende a los pobres
una vela de esperanza.

Suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el hospital y en la casa enrejada.

Dios está en eso tan sin nombre que te sucede
             cuando algo te encanta.
Pero de nada vale que te diga
que Dios está en cada ser que pasa.

Si te angustia ese hombre que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquellos, y te empeñas en nada,
si, sin porqué, una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.



Foto: MAR

Dulce María Loynaz (La Habana, 1902-1997), premio Cervantes en 1992, a través de un poema-padrenuestro establece una relación entre la rosa y la vida humana.


Oración de la rosa

Padre nuestro que estás en la tierra; en la fuerte
y hermosa tierra;
en la tierra buena.
Santificado sea el nombre tuyo
que nadie sabe; que en ninguna forma
se atrevió a pronunciar este silencio
pequeño y delicado… este
silencio que en el mundo
somos nosotras
las rosas…

Venga también a nos, las pequeñitas
y dulces flores de la tierra,
el tu Reino prometido…
Hágase en nos tu voluntad, aunque ella
sea que nuestra vida solo dure
lo que dura una tarde….

El sol nuestro de cada día, dánoslo
para el único día nuestro…
Perdona nuestras deudas
-la de la espina,
la del perfume cada vez más débil,
la de la miel que no alcanzó
para la sed de dos abejas…-,
así como nosotras perdonamos
a nuestros deudores los hombres,
que nos cortan, nos venden y nos llevan
a su mentiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas…

No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía -¡el cascabel
de las palabras!-,
ni el moverse de pies apresurados
ni el corazón oscuro
de los animales que se pudre ,
mas líbranos de todo mal.

Amén.


Foto:Pixabay.com


 Ángela Figuera (Bilbao, 1902-Madrid, 1984) se mueve en su concepción religiosa entre la poesía desarraigada y la poesía social.

Me explico ante Dios

 Señor, si no te  canto no te enojes.
Ya ves, no tengo tiempo para nada.

Hay que vivir, andar, estar con gente;
mirar el bosque, el mar; subir alturas,
dolores, escaleras; bajar sótanos,
abismos, minas, pozos, corazones;
entrar en los talleres y cocinas;
sembrar, coger, bregar con los metales,
labrar la roca, cepillar madera;
sudar al sol, mojarse con la lluvia;
abrir ventanas, mantener el fuego;
cocer el pan, gritar por los caminos;
dormir al niño, remendar la ropa;
llorar por los difuntos
la propia muerte un poco cada día.

No te hago falta, tienes a tus Santos;
los coros de tus Vírgenes y Arcángeles
te alaban y bendicen en su gloria.

Pero, al que es solo hombre, ¿quién le canta?
Tus campos celestiales
florecen, sin invierno, blancos lirios.

Mas, ¿quién lleva azucenas a la casa del pobre?
Los astros se detienen en tu frente.
Pero, ¿quién baja un rayo
de sol hasta las cárceles sin puerta?

El ángel se arrodilla ante María.
Mas ¿quién dice a la madre pecadora
bendito sea el fruto de tu vientre?
Con oro, incienso y mirra
los Magos te enriquecen en la cuna.

Pero, ¿quién se arrodilla
y entrega tus tesoros a los niños descalzos?
Tu mano se levanta
y el agua es vino, el pan interminable.

Pero, ¿quién pone los manteles
en casa de la viuda
y quién ofrece un rayo de esperanza
a los que se desvelan por la noche?

Ya ves: tanto hacer por aquí abajo;
tengo que darles cuerda diariamente
a tantos corazones y relojes.

Tengo que andar buscando por la calle
a tantos de mis hijos y decirles
las cosas que ya saben, las que ignotan,
quitarles piedrecillas de los ojos,
ponerles una estrella en los cabellos,
hablarles de la fuerza de sus manos
y del color tan bello de su sangre,
de la canción que llevan en la boca
del mundo de mañana y de sus hijos.

Ya ves: no queda tiempo para nada.

Foto: MAR


Si te viera, Señor,
Pilar  de  Cuadra Echaide (Hondarribia, 1918-San Sebastián, 1966) refleja en el siguiente soneto el sentimiento de la duda, de la necesidad de que Dios se haga presente.


Si te viera, Señor, si yo te viera,
si solamente un poco te atisbara,
si rozaras tu cara con mi cara,
si tu beso de Dios me estremeciera.

Si al menos tu Hermosura apareciera,
a nadie, sino a Ti solo buscara,
pero la fe es amarga y me acibara,
me cansa esta noche y esta espera.

Me hiciste para amar y tengo manos
y necesito besos y caricias,
me diste un corazón y un alma humanos.

Te pido sol y amor y primavera
mas no necesitara esas delicias
si yo te viera, Señor, si yo te viera.




Foto: MAR


Ernesto Cardenal, escritor nicaragüense  (Granada, 1925-Managua, 2020), fue uno de los máximos defensores  de la teología de la liberación en América latina. En este texto nos presenta una visión alegórica de la Pascua.

En Pascua resucitan las cigarras
-enterradas 17 años en estado de larva-,
que cantan y cantan todo el día
y en la noche todavía están cantando.

Solo los machos cantan:
las hembras son mudas
pero no cantan para las hembras:
porque también son sordas.

Todo el bosque resuena con el canto
y solo ellas en todo el bosque no los oyen.
¿Para quién cantan los machos?
¿Y por qué cantan tanto? ¿Y qué cantan?

Cantan como trapenses en el coro
delante de sus salterios y sus antifonarios
cantando el Invitatorio de la Resurrección.

Al fin de mes el canto se hace triste,
y uno a uno van callando los cantores
y después solo se oyen unos cuantos,
y después ni uno. Cantaron la resurrección.


Foto: Pixabay.com

Blas de Otero (Bilbao, 1916-Madrid,1979). Un soneto que pertenece a su época de poesía existencial, en que el autor establece un diálogo amargo con Dios.


Hombre

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo,
oirás mi voz. Oh Dios. Esto hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser –y no ser- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!


Foto:Pixabay.com


José Luis Hidalgo (Torres, Cantabria,1919-Madrid, 1947), un poema en que refleja la búsqueda de Dios.

Te busco

Déjame que, tendido en esta noche,
avance, como un río entre la niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los hombres,
donde las almas de los muertos velan.

Los cuerpos de los tristes que cayeron,
helados y terribles me rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis riberas.

Yo no sé dónde estás, pero te busco;
en la noche te busco, y  mi alma sueña.
Por los que no están, sé que existes
y por ellos mis aguas te desean.

Yo sé que, como un mar, a todos bañas;
que las almas de todos Tú reflejas
y que a Ti llegaré cuando mis  aguas
den al mar de tus aguas verdaderas.


Foto: MAR



Y para finalizar esta cuarta y última entrega, reproducimos los primeros versos del poema de Juan Ramón Jiménez Mañana en la Cruz.


Dios está azul. La flauta y el tambor
Anuncian ya la cruz de primavera.
¡Vivan las rosas, las rosas del amor,
Entre el verdor con sol de la pradera!

Vámonos al campo por romero,
Vámonos, vámonos,
Por romero y por amor. (...)



Foto: Pixabay.com



El conjunto de los cuatro artículos dedicados a la poesía relacionada con la Semana Santa es solo un acercamiento mínimo al tema. Muchos autores y autoras han quedado fuera de ellos, bien por desconocimiento de quien ha realizado esta antología o por el hecho de ser un trabajo de circunstancias (supresión de la Semana Santa) que se ha  preparado de una forma urgente y espontánea  y que no debía de tener excesiva amplitud por el medio en que se iba a difundir (un blog). 



Foto: MAR

Artículos anteriores sobre el mismo tema:

Poesía relacionada con la Semana Santa I

Poesía relacionada con la Semana Santa II

Poesía relacionada con la Semana Santa III





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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.