lunes, 6 de abril de 2020

De la soledad y la alegría



 Estado de alarma. Día 23.  6 de abril de 2020


Cuántas historias se guardan entre las páginas de los libros de una  balda de mi biblioteca. Cuántas historias de vida, de muerte, de ilusiones, de desengaños, de alegría, de amor, de rabia, de miedo.  Cuántos personajes con los que me he identificado, a los que he amado o despreciado, están deseando volver a ponerse de pie….

Me he fijado hoy en los libros que tengo delante de Antonio Gala. He recordado sus obras de teatro que tuve ocasión de ver  en su día en los escenarios. He releído alguno de sus sonetos de amor y algunos artículos de aquellas columnas tan recordadas y que muchos leíamos con deleite: Charlas con Troylo, Dedicado a Tobías, Cuaderno de la dama de otoño… Y he recordado especialmente   una de aquellas series, la titulada  La soledad sonora, como la famosa obra de Juan Ramón Jiménez… Y ha vuelto también  a mi mente la belleza paradójica de los versos de  san Juan de la Cruz: “La música callada / la soledad sonora…”. Y me han hecho sentir así la soledad: una soledad silenciosa en el exterior y una soledad sonora en el interior.

He recordado que tengo varias de las obras de Antonio Gala dedicadas por el autor,  y sus dedicatorias, que ya tenía olvidadas, hablan de compañía y de alegría. “Para Margarita, mil alegrías compartidas…”. (El imposible olvido). “Para Margarita, con la esperanza en ella,  mi deseo de compartir la alegría...”. (Los papeles de agua).



De compañía y de  alegría andamos mendicantes en este momento.  Necesitamos sentirnos acompañados y alegres… Imposible contar con  la alegría exterior, porque las lágrimas se derraman con profusión por muchas caras.  Pero, en estos momentos convulsos, hay que buscar la  alegría interior, aunque lloren nuestros ojos, aunque nuestra vida se desgarre. Quizá haya que buscarla en la adopción de un sentido ascético de la vida que nos haga resistir al enemigo  feroz que nos golpea.

Creo que el texto más bello que he leído sobre la alegría está en la conmovedora novela Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro. Una novela para leer una y mil veces.

La felicidad es, respecto a la alegría, como una lámpara eléctrica respecto al sol. La felicidad tiene un objeto, somos felices por algo, es un sentimiento cuya existencia depende de lo exterior. La alegría, en cambio, no tiene objeto. Te posee sin ningún motivo aparente, en su esencia se parece al sol: arde gracias a la combustión de su propio corazón.

Quizá hoy podamos hacer nuestra soledad sonora con un rayo de sol, con unas palabras de ánimo, con esa pequeña mejoría que experimentemos,  restando días a esta condena, empezando a hacer un duelo… O quizá simplemente abriendo un  libro…



(…) La vida es desierto y oasis,
nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.

Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
tú puedes aportar una estrofa.

No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el mayor de los errores:
el silencio. (…)

“La alegría de vivir”.
Walt Whitman



4 comentarios:

  1. Muy bien Margarita. Sigues apuntando en la buena dirección. CARLOS JUNQUERA

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    1. Gracias, Carlos, por leerme y por molestarte en escribir tu opinión. ¡Salud!

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  2. Un libro es siempre un buen amigo, pero en situaciones difíciles, como ahora, con la soledad impuesta y el dolor por las víctimas, ni siquiera los buenos amigos ayudan. Ánimo.

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    1. Al menos hemos vuelto a recordar la lectura de aquellos que en algún momento nos llegaron al alma. Es lo que me ha ocurrido con las obras de A. Gala.

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.