sábado, 18 de diciembre de 2021

Trazos de sombra, de Sol Gómez Artega

 

Género: narrativa (relato)

Marciano Sonoro Ediciones, 2021

Págs. 224


Trazos de sombra traspasados de luz


Ha sido para mí un regalo conocer a Sol Gómez Arteaga: conocerla como escritora y, posteriormente, como persona. Una persona en que destacan: su tenacidad para defender aquello en lo que cree (rebelde con causa), su entrega, su equilibrio, su serenidad… Sol es una persona que observa, con mirada incisiva, pero serena, el mundo que la rodea. Es una persona que escucha. Escucha los problemas que tiene la gente, escucha el español conversacional… Y de ello hace literatura.  Decía en un artículo reciente que el escritor tiene que  estar atento, como un cazador de mariposas, a lo que pasa fuera y lanzar la red, cuando algo, como un aleteo, brilla en el aire. Y desde ahí, desde ese aleteo,  lanza la red y consigue  crear belleza, la belleza de lo sencillo, de lo cotidiano, y  consigue arrastrarnos en pos de su mirada.

Despacio, sin hacer ruido, pero con todo merecimiento, Sol Gómez Arteaga, se está ganando un puesto destacado entre los escritores leoneses. Su forma de aproximarse a la vida de la gente sencilla o diferente  nos recuerda a otros escritores de la tierra como  Julio Llamazares,  que hablan  con frecuencia de soledad y desarraigo. Son escritores que consiguen  la belleza más difícil: la de la sencillez. Y, además,  Sol es siempre una escritora y una persona de luz, aunque  hable de sombras, porque es capaz de iluminarlas a través de la narración. Todas sus obras destilan verdad (sea historia real o inventada) y visión crítica de la realidad. Así lo vemos en sus anteriores libros de relatos  Los cinco de Trasrey y otros relatos y  Del sol a la tinaja y en su novela breve El Vuelo de Martín.  Y también en sus artículos y poesía.

Su última obra, de reciente publicación, es Trazos de sombra, un libro formado por cuarenta de relatos. Tuve el privilegio de ser lectora anticipada de esta obra cuando era aún un manuscrito sin pulir  y ya supe, desde ese momento, que en él había literatura: buena  literatura. También tuve el honor de participar en su presentación pública en Madrid.  Los relatos de Trazos de sombra están inspirados en hechos y personajes que se han entrecruzado en su vida, por su dedicación profesional. Son personajes de sombra, de sombra porque algo hay en su mente escondido tras un tupido velo, que no es fácil  sacar a la luz, aunque Sol ha conseguido hacerlo patente  magistralmente. Y es que ella narra desde la luz (es como aquella "señora de rojo sobre fondo gris", de Delibes) y ha sabido de manera certera, y a la vez delicada, ponernos delante de las enfermedades mentales, de situaciones  que, a veces, no están muy lejos de nuestra propia realidad. Y lo hace desde la verdad y desde la literatura. 

Sol Gómez Arteaga, con su nueva publicación
"Señora de rojo sobre fondo gris". Foto: Luis Luisiten

Todo lo que escribe la autora está pegado siempre al día a día. Consigue con su cercanía que reflexionemos con ella, que nos pongamos de su parte. Nos convence. Son textos que con frecuencia reflejan situaciones  problemáticas, incluso dramáticas, tomadas casi siempre de la realidad, relatos que tienen vida en su interior. Y a pesar de que a veces presentan situaciones duras o personajes que nos producen inquietud, casi siempre aparece la ternura o el bien, como un contrapunto. Domina a la perfección la técnica del relato, y consigue atrapar al lector desde las primeras líneas y, casi siempre, rematarlos con broche de oro, unas veces con finales intuidos por el lector y otras con   unos finales sorprendentes, por lo inesperados.

El libro tiene un sugerente título: Trazos: dibujos, rayas, bosquejos, (de) sombra: algo escondido que la mente consciente no puede ver del todo o quizá comprender. Hermosa e inquietante metáfora. Son personajes diferentes  a los ordinarios,  y la autora nos sumerge en la profundidad de los trastornos mentales de sus mentes y  saca al exterior esas obsesiones que los atenazan. Son relatos breves, de 3 o 4 págs., pero de gran intensidad dramática: relatos con fuerza.  Esa  brevedad condensa el problema que vive el personaje, nos hace enfocar nuestra visión lectora más intensamente sobre él y así consigue que la situación planteada produzca un mayor impacto emocional en el lector.

Por estos relatos pululan seres humanos que se creen perseguidos, adolescentes con rebeldía causada por falta de  afecto, trastornos obsesivos, miedo al deterioro cognitivo, problemas de autoestima, bulimia y anorexia, celos, miedo a envejecer, violencia de género… Son “trazos de sombra”, historias diferentes a las vividas por cada uno de nosotros, pero que, en realidad, no son  tan extrañas como pueda parecer: la incomunicación, el sentirse en un mundo hostil con lo que les rodea, une a la mayoría de los personajes. Con pinceladas rápidas y con distintos procedimientos narrativos se nos presenta la personalidad de unos seres humanos desvalidos, incomprendidos, débiles… que, con frecuencia,  nos inspiran ternura.

Ternura nos inspira esa mujer que contrata un viaje en taxi solo para poder mantener una conversación con el taxista, ese chico abandonado  por el padre en un bosque al cuidado de una abuela que no conoce o ese otro discapacitado que se convierte en asesino de palomas porque no sabe canalizar la agresividad que siente, a causa de los  celos. O esos dos Pececitos, ancianos con demencia, que en un descuido de su hija provocan una inundación mientras se bañan. Y otros varios.

Los títulos de  los  relatos ya merecen por sí mismos una observación.  Algunos quedan reducidos a un adjetivo o a un solo nombre  acompañado por un determinante: Atrincherada, Desfondada, Mi caja, La gotera, Una maleta… Una palabra nos da a conocer ya el tema del relato y fija la atención en ese elemento que se convierte en sombra en la mente del personaje.

Trazos de sombra nos atrae   también por la forma de contar, que se corresponde con  las inquietudes y nubes que nublan esas mentes alucinadas. La autora usa distintas técnicas narrativas. Es poco frecuente la técnica   omnisciente del narrador que sabe todo y narra en tercera persona, más bien aparece la narradora observadora que, cuando usa  la tercera persona,  no sabe todo  del personaje, solo conoce lo que observa. Eso se ve muy bien en el relato El hombre que tocaba las esculturas, uno de los más bellos  y conmovedores,  y que, además, condensa el estilo y la visión crítica de la autora.  

Sol Gómez Arteaga  quiere bucear en la mente convulsa de esos personajes diferentes, captar sus desequilibrios, sus vaivenes emocionales, y para ello maneja con mucha soltura el monólogo interior, el estilo libre indirecto, la narración en primera y en segunda persona, con frecuencia mezclados en el mismo texto. En A través del espejo, que trata el tema de la  anorexia y bulimia, utiliza la primera persona para  introducirnos con mayor intensidad en el problema que vive la narradora: Tenía dieciséis años cuando empezó todo. Me miraba en el espejo, me veía gorda, entonces empecé a no comer. Hay textos en que narra en segunda persona con una especie de diálogos de interlocutor “mudo” que interpelan al propio lector con la verdad que desprende el personaje. Eso ocurre en Desfondada, que termina con estas palabras:   ¡Qué más le puedo contar yo, señor juez! Que creo que la mente es el mayor de los misterios, y que mi señora —Dios sabrá por qué, eso no le toca juzgarlo a una ignorante criada— se dejó ir sin enfermedad, pero también sin alicientes, exhausta de vida, desfondada, desfondada.

A veces cuenta  “sin contar”. En Adelfa,  se presenta una  particular técnica narrativa, pues la autora juega con varios tiempos: pasado lejano que se narra, presente que no se narra, pero se intuye, pasado cercano que no recuerda la enferma…  Pero el diagnóstico final nos revela de forma clara y escueta el pasado no narrado: amnesia psicógena compatible con asfixia erótica tras supuesta y desafortunada y brutal… práctica sadomasoquista.

Es una obra  innovadora también en la estructura interna. Hay textos que adoptan forma de carta (Carta al rey); otros, de diario, incluso aparece  la visión caleidoscópica, con narración a varias voces, como en  Hermanos de leche. Algún relato tiene estructura dramática: Señorita Corazón Solitario. En general, son puntos de vista muy originales, en los que un  humor tierno e inteligente tamiza las situaciones duras o dramáticas… Ese tipo de humor tierno que recuerda a veces al de Miguel Mihura está presente, por ejemplo, en  De dinosaurios y elefantes. Al humor hay que añadirle una fina ironía con la que consigue la autora en ocasiones  la ridiculización del mundo de los cuerdos (El hombre que tocaba las esculturas).

La autora escribe con  un estilo claro, limpio: pocos adjetivos, pero  muy certeros, unidos, a veces, a comparaciones: diestra sagaz, escurridiza como un anfibio (la sombra de una persona). Maneja muy bien el registro  coloquial,  con toda la riqueza, el dinamismo, la expresividad  y la creatividad de este, rasgos que reflejan el desequilibrio mental de los personajes, como ocurre en   el relato La maleta.

En cuanto a los personajes, la obra es un mosaico del género humano, pues hay  variedad de protagonistas: niños,  adolescentes, personas maduras, ancianos, hombres, mujeres… En algunos relatos aparece más de un personaje, pero el eje de la narración pivota sobre uno solo, en el que se manifiesta ese trastorno  que lo aparta de la lucidez. Con descripciones muy breves,  conocemos en muchos casos el aspecto externo de los personajes  y apenas se muestran, en cambio,  otros rasgos de su personalidad que no sean aquellos relacionados con el tema que se plantea en cada relato. La brevedad de los relatos y el hecho de que cada uno se centre en un desequilibrio mental concreto  nos hace hablar de   personajes planos. Son personajes débiles, inquietantes, sin alicientes, que parecen esconderse en ese trastorno mental.  Tal vez esa locura es su escudo protector ante el  mundo hostil que los rodea. Decía un personaje de su obra anterior (un sintecho de El vuelo de Martín): No solo no te dejan morir como quieras, sino que tampoco te dejan vivir. Por eso elegir la locura no me parece la peor opción.

También es interesante la intertextualidad en Trazos de sombra. Añade la autora citas al principio de cada relato, de autores clásicos y contemporáneos que nos ponen en la pista de lo que luego nos va a presentar.  El libro  incluye, asimismo, sugerentes fotografías de Óscar García Bárcena. Ponen un contrapunto de color, añaden plasticidad  a esos trazos de sombra y les van abriendo puertas de luz. La obra está prologada por José Jaime Melendo, psiquiatra, con el que la autora ha trabajado en los servicios de salud mental de un gran hospital madrileño.  "La lectura repetida de estos relatos constituye un tratado del alma, un discurso de las entretelas de nuestro psiquismo", asegura el prologuista. Y Marciano Sonoro Ediciones ha realizado una cuidada edición de la obra.

En conclusión,  Sol Gómez Arteaga nos hace avanzar por los relatos sin respiro, porque nos sorprende con cada personaje, con cada situación,  con cada problema que plantea. Porque nos hace entrar en la mente de los personajes, en sus zozobras, en sus miedos, en sus soledades. Porque nos hace sentir cercanos a esos personajes. Porque nos descubre otra realidad que está ahí y que a veces permanece oculta a nuestros ojos. Estos Trazos de sombra son pequeñas pinceladas de gran literatura  con las que consigue sorprendernos, conmovernos,  distraernos…. ¿Qué más podemos pedir a un libro? Solamente que caiga en nuestras manos y lo leamos despacio y  con fruición.

        Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga y profesora.


Presentación de Trazos de sombra en Madrid, Casa de León en Madrid, el 17/XII/2021
Foto: Luis Luisiten

Sol Gómez Arteaga con la autora de esta reseña.
Madrid, 17/XII/2021. Foto: Luis Luisiten


El libro Trazos de sombra se presentará en León el día 30 de diciembre, en el salón de Actos del Ayuntamiento, calle Alfonso V, 1.



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