lunes, 27 de abril de 2020

Primavera literaria: flores y poesía

     Día Mundial de la Poesía 2021
 
En el año 1999 la UNESCO decidió crear  el Día Mundial de la Poesía y celebrarlo el 21 de marzo de cada año, coincidiendo con el equinoccio de primavera, para valorar ese legado cultural de  la humanidad y para apoyar la diversidad lingüística.

Foto: MAR

Las flores que han inspirado a los  poetas

Decimos que la primavera es la estación de la luz, del color, de esa nube juguetona que  hace cabriolas ante nuestros  ojos, de ese viento  que roza nuestra piel, ora, suave; ora, racheado…  De esa lluvia  momentánea que se disputa los minutos del día con el sol… Pero, sobre todo, es el tiempo de las flores.

Y las flores siempre han inspirado a los poetas. Las flores son belleza: las flores son poesía. Por eso se ha hecho coincidir la entrada de la primavera con el Día Mundial de la Poesía. 

Hagamos un repaso por las flores que han  inspirado más versos, sobre todo, en la poesía clásica. 


Comenzamos por un hermoso poema de Pedro Salinas (Madrid, 1891-Bostón, 1951) que habla de las flores, en general.


Foto: MAR


¡Cuánto sabe la flor! Sabe ser blanca
cuando es jazmín, morada cuando es lirio.
Sabe abrir el capullo
sin reservar dulzuras para ella,
a la mirada o a la abeja.
Permite sonriendo
que con su alma se haga miel.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe dejarse
coger por ti, para que tú la lleves,
ascendida, en tu pecho alguna noche.
Sabe fingir, cuando al siguiente día
la separas de ti, que no es la pena
por tu abandono lo que la marchita.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe el silencio;
y teniendo unos labios tan hermosos
sabe callar el "¡ay!" y el "no", e ignora
la negativa y el sollozo.

¡Cuánto sabe la flor! Sabe entregarse,
dar, dar todo lo suyo al que la quiere,
sin pedir más que eso: que la quiera.
Sabe, sencillamente sabe, amor.



La rosa es la flor que más ha inspirado a los poetas. Es  la flor  de poesía, la flor del amor apasionado. Nuestros clásicos le dedicaron hermosos poemas como este de Lope de Vega (1562-1635).




¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!

Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.

Bien haya tu divino autor, pues mueves
a su contemplación el pensamiento,
a aun a pensar en nuestros años breves.

Así la verde edad se esparce al viento,
y así las esperanzas son aleves
que tienen en la tierra el fundamento.



Foto: MAR

Todos los   poetas del Siglo de Oro vieron en ella  un fiel reflejo de lo engañoso de vida humana. Así lo refleja este poema de Francisco de Rioja (1583-1659).

Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo,
y ni valdrán las puntas de tu rama
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa?
El mismo cerco alado,
que estoy viendo rïente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro de su cabello dio a tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañote en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
y esto, purpúrea flor, esto ¿no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
róbate silencioso su ardimiento
el color y el aliento.
Tiendes aún no las alas abrasadas
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la Aurora
mustia tu nacimiento o muerte llora
.



Foto: MAR



O los siguientes poemas de Calderón de la Barca (1600-1681) y Góngora (1561-1627), respectivamente:

Estas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se aprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y expiraron;
que pasados los siglos horas fueron. 



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Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte. 



Foto: Pixabay



La percepción de los poetas contemporáneos es diferente. Pablo Neruda (Chile,1904- 1973) nos aporta  una visión telúrica.

En ti la tierra

Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece

que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.



Foto: Pixabay

 Lorca (1898-1936), en cambio,  nos presenta una visión mágica.


Casida de la rosa

La rosa
no buscaba la aurora:
Casi eterna en su ramo
buscaba otra cosa.

La rosa
no buscaba ni ciencia ni sombra:
Confín de carne y sueño
buscaba otra cosa.

La rosa
no buscaba la rosa:
Inmóvil por el cielo,
¡buscaba otra cosa!



Foto: Pixabay

La flor que más ha  rivalizado en literatura   con la rosa,  para simbolizar el amor, es el clavel.  Tirso de Molina (1579-1648) nos presenta esa rivalidad.

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?

El clavel, lindo en color,
y la rosa todo amor;
el jazmín de honesto olor,
la azucena religiosa,
¿Cuál es la más hermosa?

La violeta enamorada,
la retama encaramada,
la madreselva mezclada,
la flor de lino celosa.
¿Cuál es la más hermosa?

Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?



La azucena, como símbolo de la pureza, por su blancura,  se contrapone a veces a la rosa como símbolo del amor apasionado. Ya lo reflejaba así Garcilaso de la Vega en el famoso soneto XXIII, en que relaciona rosa-ardiente-corazón y azucena-honesto-refrena… Así se ve en  el primer cuarteto.

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto
y que vuestro mirar, ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena…


Bécquer (1836-1870) nos habla así de la azucena:

La gota de rocío que en el cáliz
duerme de la blanquísima azucena,
es el palacio de cristal en donde,
vive el genio feliz de la pureza.
Él le da su misterio y poesía;
él, su aroma balsámico le presta.
¡Ay de la flor, si de la luz al beso
se evapora esa perla!






Otra flor que es símbolo de la virginidad es la flor del naranjo: la flor de azahar.
 A ella alude, irónicamente,  José Ángel Buesa (Cuba, 1910-República Dominicana 1982).

Buena suerte, muchacha. Lucirás muy bonita
con el velo de novia y el ramo de azahar,
pero sin el sonrojo de la primera cita,
sino pálida y seria delante del altar.
Pronto será la boda. Pero acaso un despecho,
amargará las noches de tu luna de miel,
si al abrir una puerta reconoces un lecho
o al cruzar un pasillo recuerdas otro hotel.
Sin embargo, muchacha, cuando termine el viaje,
ya serás la señora de no sé quéseñor,
aunque tal vez descubras, al abrir tu equipaje,
que en la prisa, ¡qué pena!, se te olvidó el amor.


Foto: MAR


Otras flores, como el lirio,  han tenido menos relevancia para los poetas. He aquí un poema de  Salvador Rueda (1857-1933).

Porque de ti se vieron adorados,
tengo un vaso de lirios juveniles:
unos visten pureza de marfiles;
los otros terciopelos afelpados.
Flores que sienten, cálices alados
que semejan tener sueños sutiles,
son los lirios, ya blancos y gentiles,
ya como cardenales coagulados.
Cuando la muerte vuelva un ámbar de oro
tus largas manos de ilusión que adoro,
iré lirios en ellas a tejerte.
Y mezclarán sus tallos quebradizo
con sus dedos cruzados y pajizos,
¡que fingirán los lirios de la muerte!



Foto: Pixabay

El  jazmín, el alhelí y el girasol  aparecen en este  poema de Góngora, en que reitera  la visión angustiosa de la vida en el siglo XVII.

(…) Flor es el jazmín, si bella,
no de las más vividoras,
pues dura pocas más horas
que rayos tiene de estrella;
si el ámbar florece, es ella
la flor que él retiene en sí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.
El alhelí, aunque grosero
en fragancia y en color,
más días ve que otra flor,
pues ve los de un mayo entero:
morir maravilla quiero
y no vivir alhelí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.
A ninguna flor mayores
términos concede el sol
que al sublime girasol,
Matusalén de las flores:
ojos son aduladores
cuantas en él hojas vi.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui
y hoy sombra mía aún no soy
(…).

Foto: Pixabay

Otra de las flores que han encandilado a los poetas es la flor del almendro.  Una coplilla de Salvador Rueda.

Como el almendro florido
has de ser con los rigores,
si un rudo golpe recibes
suelta una lluvia de flores.

 Miguel Hernández  se fija en él muchas veces: “A las aladas almas de las rosas / del almendro de nata te requiero”). Le dedica poemas tan bellos  como Flor de almendra.

Propósito de espuma y de ángel eres,
víctima de tu propio terciopelo,
que, sin temor a la impiedad del hielo,
de blanco naces y de verde mueres.

¿A qué pureza eterna te refieres
con tanta obstinación y tanto anhelo?...
¡Ah, sí!: tu flor apunta para el cielo
en donde está la flor de las mujeres.

¡Ay! ¿por qué has boquiabierto tu inocencia
en esta pecadora geografía,
párpado de la nieve, y tan temprano?

Todo tu alrededor es transparencia,
¡ay pura de una vez cordera fría
que esquilará la helada por su mano!


Parque de la Quinta de los Molinos, Madrid. Foto: MAR

Y hay una flor insignificante, que no decora jardines ni jarrones, nace a la vera de los caminos, a veces, en medio de piedras, pero es una flor de  una fragancia especial: la violeta. A esa flor dedica este hermosísimo poema Delmira Agustini (Uruguay, 1886-1914).

Hay belleza en el lirio inmaculado
de majestad emblema,
hay belleza en el cáliz nacarino
de la blanca azucena,
hay belleza en la rosa purpurina
y en el albo reseda,
hay belleza en la nítida corola
de la nívea camelia,
hay belleza en el pálido junquillo
y en la suave diamela,
hay belleza en el triste pensamiento
y no hay flor en la cual no haya belleza,
pero hay una que es flor entre las flores
con ser la más modesta,
una flor de fragancia incomparable,
delicada y pequeña,
una flor que en un lecho de esmeraldas
oculta su belleza,
una flor que un encanto misterioso
en su cáliz encierra,
un encanto ideal, indefinible,
que no hay flor que contenga,
una flor para mí como ninguna,
una flor que se llama ¡la violeta!



Foto: MAR
Otra flor que tampoco es exuberante, especialmente la silvestre, es la margarita. También se prodiga en los campos primaverales y "borda primores en el césped". A ella le dedica los siguientes versos Rosalía de Castro.



En mi pequeño huerto

En  mi pequeño huerto
brilla la sonrosada margarita,
tan fecunda y humilde,
como agreste y sencilla.
Ella borda primores en el césped
y finge maravillas
entre el fresco verdor de los prados
do proyectan su sombra las encinas.
Y a orillas de la fuente y del arroyo
que recorre en silencio las umbrías,
 y aun cuando el pie la huella,  ella revive
 y vuelve a levantarse siempre limpia,
a semejanza de las almas blancas,

que en vano quiere ennegrecer la envidia. (…)



Y para cerrar no podía faltar algún  poema  dedicado a la propia poesía. Incluimos este de de  Octavio Paz, premio Nobel y premio Cervantes (México, 1914-1998).


Mientras escribo…

Foto: Pixabay
Cuando sobre el papel la pluma escribe,
a cualquier hora solitaria, ¿quién la guía?
¿A quién escribe el que escribe por mí,
orilla hecha de labios y de sueño,
quieta colina, golfo,
hombro para olvidar al mundo para siempre?

Alguien escribe en mí, mueve mi mano,
escoge una palabra, se detiene,
duda entre el mar azul y el monte verde.
Con un ardor helado
contempla lo que escribo.

Todo lo quema, fuego justiciero.
Pero este juez también es víctima
y al condenarme, se condena:
no escribe nadie, a nadie llama,
a sí mismo se escribe, en sí se olvida,
y se rescata, y vuelve a ser yo mismo.




La vida vence a la muerte. Foto:MAR


En el año  2020 la primavera se quedó  adherida a la frialdad de un  cristal. Esperamos que en este año 2021 salgamos con fuerza al encuentro de la primavera, al encuentro de la luz y el color, al encuentro de la fragancia de las flores, al encuentro de la belleza de la poesía.  Necesitamos más que nunca que la primavera nos traiga el color de la esperanza y que nos riegue con una lluvia de pétalos. Necesitamos una primavera de colores, como lo ha sido siempre. 
(...) Primavera tarda, pero es tan bella y dulce cuando llega, que decía el poeta.


Margarita Álvarez Rodríguez

8 comentarios:

  1. Qué paseo tan precioso por la poesía florada nos das. Las flores son verdaderas joyas que despuertan codicias. Tendrías que ver - en estos tiempos de pandemia- las colas infinitas que se forman para piderlas ver y comprarlas. No podríamos vivir sin ellas, por eso tienen un lugar tan relevante en la poesía y demás escritos. Simbolizan la sensibilidad pura y apasionada. Gracias Margarita!

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    1. Flores y poesía siempre han hecho una buena conjunción. Gracias, Gentzane.

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  2. MARGARITA,acabo de leerlo y excelente. Esta claro que el aire y el agua de Ocaña siguen en vigor y fructificar. No en vano da un pie para que camine el Orbigo. Enhorabuena.
    Carlos Junquera Rubio

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    1. El agua desde luego es fuente de vida... No sé si mis capacidades le deben algo al agua, pero las flores y la poesía desde luego sí. Gracias, Carlos.

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  3. Gracias Margarita por este viaje tan bello en el dia de la Poesía.

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    1. LA contemplación de una flor hace surgir la palabra poética, solo falta que alguien tenga la habilidad de captarla. Gracias.

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  4. Gracias Margarita. Un placer leerte en este día tan especial. Un abrazo.

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